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Esta curiosidad me quema la sangre... Flojilla diferencia va de una cosa a otra... Si pecó, todo varía en , y no me rebajo yo a pedirle perdón; pero si no faltó... ¡ay!, la dichosa mona me tiene debajo de su pie como tiene San Miguel al diablo». De aquí pasaba a otro eslabón de ideas: «Y ahora estamos las dos de un color. A ninguna de las dos nos quiere.

Entonces tomé la cuesta muy corriendo; y por esa me ves algo agitada. ¿Te he hecho esperar, papá?... No, hija; esperar, precisamente esperar... no. Mientras Bermúdez respondía así, con aspecto y ademanes de extrañeza, Nieves, inquieta y nerviosa, le miraba... le miraba... como codiciando algo que no se atreviera a pedirle. ¿Me dejas darte un beso? le preguntó al fin.

Ya ves... Mario añadió limpiándose las lágrimas que le brotaban a los ojos, el que sea hijo predilecto de la Iglesia no me parece motivo para que desprecie a una mujer que tanto le quería. ¡Claro que no! Tan mal le pareció la conducta de su amigo que resolvió pedirle explicaciones acerca de ella. Presentación se oponía. No es por ti solamente le respondió Mario.

Por estas y otras razones, o no votaba a nadie cuando de elecciones se trataba, o se iba con el primero que supiera pedirle su apoyo con cierta habilidad. En el caso de que vamos tratando, ¿se había comprometido con alguno seriamente antes de visitarle don Simón? Esta era la duda.

Porque, en efecto, el forajido que habían perseguido a tiros, no era otro que Marín sorprendido infraganti, en el momento de abrir la puerta de su casa. Hubo que llevarle a ella en hombros, y sangrarle. Al día siguiente, don Roque se presentó a pedirle perdón, y lo obtuvo.

No he venido a pedirle a Vd. consejo, sino a decirle que, tan pronto como sea necesario, sacaremos a don José de la casa de la calle de Botoneras, y que, a partir de ese momento, Pepe renunciará a cuanto hay allí, excepto la cama de su padre y algunos otros trastos. De todo lo demás, que disponga doña Manuela.

La desdichada suerte de Roger abrió el camino para que esto se ejecutase, con gran seguridad de los Griegos, y notable pérdida nuestra. Llegóse el tiempo de la partida de Grecia para proseguir la guerra, y Roger determinó de ir á verse con Miguel Paleólogo para darle razon de lo que se habia tratado con su padre en materia de la guerra, y pedirle dinero, como Nicephoro dice.

Y la de Vargas: ¡Siempre la misma! no cómo he podido yo figurarme que iba a recibirme de otra manera... ¡si no tiene corazón! ¿Por qué no habré escuchado a Pablo? me he humillado inútilmente... tres puntos en la lengua me daré, antes de pedirle nada; además... ¡están arruinados! era cierta la quiebra. Quisiera estar a cien leguas, no haber venido. ¡Ah, Quilito, Quilito!

Quisiera pedirle un favor..., ¡decirle dos palabras! dijo. Simoun hizo un gesto de impaciencia que Plácido en su turbacion no observó. En pocas palabras contó el joven lo que le había pasado manifestando su deseo de irse á Hong Kong. ¿Para qué? preguntó Simoun mirando á Plácido fijamente al través de sus anteojos azules. Plácido no contestó.

Maximiliano buscaba una fórmula para pedirle perdón sin menoscabo de su dignidad de señorito. Sentíase con impulsos de protección hacia ella. Verdad que habían jugado juntos; que el año anterior, a pesar de la diferencia de edades, eran tan niños el uno como el otro, y se entretenían en enredos inocentes. Pero ya las cosas habían cambiado.