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Todos estos diálogos, y otros muchos por el estilo, oía don Simón a su entrada en los Ministerios, mientras se abría paso entre aquel enmarañado laberinto de pretendientes y otorgantes; y en semejante ocasión, como era bastante novel en el tráfico para haber perdido el rubor por completo, solían saltarle a la cara algunas chispas de él..., lo cual no le impedía llegar con sus peticiones al punto en que habían de ser atendidas.

Primeramente se dieron A espías ciento y sesenta Mil ducados. ¡Santos cielos! ¿Qué? ¿Os espantáis? Bien parece Que sois en la guerra nuevo. Más: cuarenta mil ducados De misas. Pues ¿á qué efecto? A efecto de que sin Dios No puede haber buen suceso. Al paso desto Yo aseguro que le alcance. Como se va el Rey huyendo De tantas obligaciones, Quiero alcanzarle... Más: ochenta mil ducados De pólvora.

Iba tras él otro individuo de menor estatura y más edad, vestido como el primero y con un libro abierto en la mano izquierda, al paso que la derecha empuñaba unas largas disciplinas, con las que azotaba cruelmente á su compañero al terminar la lectura de cada una de las oraciones que en francés salmodiaba.

Pues corramos a La Carolina. Vamos; en marchaManda un emisario a Dupont, diciéndole: «Sr. General en Jefe, los insurgentes han ido a cortar el paso de la sierra. Corro a La Carolina; venga usted tras , y acabaremos con ellosEsto pasaba en los días 17 y 18.

Las vicisitudes porque pasó en esta la fabricación de los tejidos de seda, durante los siglos XVII y XVIII sorprenden extraordinariamente, cuando se sigue con interés su historia, y en confirmación de este aserto vamos á consignar algunos datos no más, que tomamos de un documento, casi oficial, debido á muy autorizada pluma.

A la mañana siguiente, cuando pasó Samson, el cochero, le pregunté si recordaba las señas de un hombre con una caja, que había venido en el coche el día anterior; pero no recordaba mas que de un carnicero con una cesta y de una mujer con un saco. No tenía mucha confianza en Samson, porque era hombre muy marrullero, y no quise preguntarle más.

Salvador paseó unas cuantas calles del gran puerto francés, con aquel paso automático y febril con que había medido en Luzmela las estancias mudas del palacio.

Además, pasó muchas horas de suplicio, apoyándose en la cabeza y los talones, hecha un arco, sobre la cama, con el cuerpo dilatado por los más atroces sufrimientos. El tétanos. ¡Morir así una gran dama tan hermosa, tan elegante!... Pero en medio de tales suplicios tuvo serenidad para dictar sus disposiciones testamentarias.

Las inundaciones hacen que el centro de la provincia caresca algun tanto de mamíferos; pero subiendo los rios hácia todas direcciones, se encuentra multitud considerable de monos que ofrecen pieles magníficas, particularmente los de la especie mas grande: son tambien abundantes y muy notables por la hermosura de su piel los marimonos y los monos chillones . Cerca del Cármen hay muchedumbre de murciélagos que se alimentan de mosquitos . No son nada escasos los tigres , sobre todo en las selvas; y al paso que rara vez se ven allí jabalíes , abundan prodigiosamente los antas ó gran-bestias, los ciervos y los venados . Suelen tambien encontrarse á veces algunos borochis ó lobos colorados, cuyos dientes, en virtud de una preocupacion popular, se emplean frecuentemente como un antídoto contra la picadura ponzoñosa de las víboras.

Esa huella, según mahometanos y judíos, es la de Adán, el primer hombre que subió al pico para contemplar la inmensa tierra, los vastos bosques, los montes y las llanuras, las orillas y el Océano con sus islas y sus escollos. Según los de Ceilán y los indios, no es un hombre, sino un Dios, el que dejó ese rastro de su paso.