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Dijo su parte discretamente, pero sin gran calor, se adivinaba que estaba poseída de miedo. Bajó el telón en silencio. Al instante poblose el saloncillo y los pasillos de amigos de Inocencio, que venían presurosos a decirle que la exposición de su drama era lindísima. ¿Pero qué tiene Clotilde?... Apenas se mueve en la escena... ¡ella tan viva y tan suelta!

Más allá de su salón existían un sinnúmero de habitaciones algo destartaladas y sin muebles; un dédalo de tabiques y pasillos en el que se perdía el capitán, teniendo que apelar al auxilio de Freya. Todas las puertas del rellano de la escalera, que parecían sin relación con la mampara verde de la oficina, eran otras tantas salidas de la misma vivienda.

Dámelo... lo tocaré yo... flin flan... ¡Ay!, no qué tiene esto... ¡da un gusto oírlo! Parece que alegra toda la casa. Y salió tocando por los pasillos y diciendo a Jacinta: «Bonito juguete... ¿verdad? Ponte la mantilla, que ahora mismo vamos a llevárselo, flin flan...». Final, que viene a ser principio i Quien manda, manda.

El propio calor de sus palabras llevó a Maximiliano a una exaltación que parecía insana. No podía estar quieto ni callado. Levantose y fue por los pasillos adelante, hablando solo en baja voz o haciendo gestos. El pasillo estaba oscuro; pero él conocía tan bien todos los rincones, que andaba por ellos sin vacilación ni tropiezo.

La chimenea devolvía el humo; no se podía entrar allí sin asfixiarse, ni en el comedor, que estaba cerca. Pocos vetustenses podían jactarse de haber visto ni el comedor ni la cocina de Visita. Y eso que tenía tertulia, y se presentaban charadas y se corría por los pasillos.

Esta quedó desde aquella tarde en la casa, y su situación era de las menos airosas, porque su marido apenas le hablaba. Nicolás hacía el gasto de conversación en la mesa. Al segundo día, Fortunata dijo a doña Lupe que se marchaba, lo que dio motivo a que la señora saliera por los pasillos gritando: «Por Dios, no me deis más jaquecas... ya no puedo más.

Pocos días antes de nacer aquellas murmuraciones, paseaba don Juan por los pasillos del teatro con un amigo, que le decía así: No recuerdo dónde afirma Cervantes que los alcahuetes son gentes útiles a la república, y que debieran ser muy considerados. Bueno: pues escudado en tan autorizada opinión, no tengo inconveniente en presentarte a la incorruptible.

Y acercándose a la ventana sujetó a la Regenta por los hombros, le habló al oído, le llenó de besos estrepitosos la cara y corrió a su cuarto, haciendo antes una mueca de conmiseración burlesca a Joaquinito Orgaz que, cabizbajo y tristón, rondaba por los pasillos. Vamos, vamos, ya ves que todos se retiran. Víctor, a la cama.

Callaba por miedo al presidio. El cuarto del crimen, la sala de los juegos de azar, y más concretamente de la ruleta y el monte estaba en el segundo piso. Se llegaba a ella después de recorrer muchos pasillos obscuros y estrechos. La autoridad no había turbado jamás la calma de aquel refugio repuesto y escondido del arte aleatorio, ni en los tiempos de mayor moralidad pública.

La Memoria escrita por Federico sobre no qué, pasó desde la tribuna a la prensa, apareció en una Revista; el niño se creció; inscribiose en un círculo más nombrado; hízose oír; le aplaudieron. Primero hablaba y luego gritaba. Ensordecía los pasillos. Llegó a envanecerse con su facilidad de palabra, y a creerse un Moret, un Gabriel Rodríguez.