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¡Los gringos! ¡Vamos a ver a los gringos! decían los niños en el paseo, acudiendo curiosos, atraídos por los aplausos. Varias comisiones de sociedades italianas de Montevideo habían venido a saludar a su compatriota el conferencista ilustre de paso para Buenos Aires. Todos se lamentaban de que no descendiese inmediatamente en su ciudad; le pedían que volviera cuanto antes a Montevideo.

Siempre que salía yo con doña Rita, a la iglesia, de paseo, o para ir en casa de alguna amiga, ¡zás! indefectiblemente, como si le evocasen, se mostraba él y casi tropezaba con nosotras. Y me miraba con unos ojos... ¡Válgame el cielo, qué ojos! Pero no se atrevía a hablarme. Jamás le he visto ni en bailes, ni en tertulias, ni en teatros.

Las piernas las tenía casi completamente paralizadas, y salía a paseo en un cochecillo o sillón de ruedas, que empujaba su criado. Iba a las Vistillas a tomar el sol, y a veces se extendía hasta la Plaza de Oriente por el Viaducto.

Como Baltasar se había aproximado, sus pupilas se encontraron con las de Amparo, y esta vio una fisonomía delicada, casi femenil, de efebo; un bigotillo blondo incipiente, unos ojos entre verdosos y garzos que la registraban con indiferencia. Acordose, y sintió que se le arrebataba la sangre a las mejillas. El señorito del paseo balbució . También me acuerdo de usted.

Y si no temiera ofender las instituciones, me atrevería a ponerlos en parangón con los del salón de conferencias del Congreso y de la Bolsa, seguro de que tampoco habían de desmerecer. El sol aún seguía bañando una parte no insignificante del paseo. Los chiquillos resaltaban sobre la arena como un enjambre de mosquitos en una mesa de mármol.

Del otro lado limitaban el paseo largos bancos de piedra también; y no tenía el Espolón más adorno, ni atractivo, a no ser el sol, que, como lo hubiera toda la tarde, calentaba aquella muralla triste.

A las diez de la mañana iban colocando los músicos sus atriles al final de la cubierta, entre el fumadero y una barandilla, sobre la explanada de popa. Ensanchábase el paseo en este lugar, ofreciendo el aspecto de una terraza de café con mesas al aire libre y arbolillos redondos plantados en cajones verdes.

Anda a paseo ¡a paseo! exclamó Perico, fiel a su sistema de franqueza y desahogo . ¿No te podrás aguardar una quincena por darme gusto? ¿Qué vas hacer en España? Meterte en León, y vegetar, vegetar. Aquí estás en la luna, en la luna de miel.... Nada, nada; os dejo a mi hermanita, ya que estará bien cuidada, bien cuidada. Abur, que es la hora del tren.

Ustedes tendrán que hablar dijo mirando a su reloj . Va a ser mediodía. ¡La hora del almuerzo! Me hace falta un poco de paseo para despertar el apetito. Y se alejó, seguido por la risa de Maltrana, que lamentaba irónicamente la inapetencia del cura. Ojeda quiso saber qué había hablado su amigo con Martorell y el padre de Nélida.

Por la tarde, mientras don José estaba dormitando, la madre en la cocina y Pepe vistiéndose para ir a ver a Paz de lejos en paseo, Tirso habló a su hermana cariñosamente, pero violentándose por parecer sereno. Tampoco hoy habéis ido a misa...