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Iba á pasar con alguna repugnancia, cuando el borracho se volvió lentamente de lado, levantó el brazo que le ocultaba la cara y debajo de aquellos sórdidos harapos y en aquel hombre echado en el polvo, Herminia reconoció con estupor al señor Roussel, que la dijo en voz baja: ¿Está usted sola? Ella respondió: Si; pero, ¡cuidado! me vigilan siempre. Lo . Hace seis días que rondamos la propiedad.

No pensaba yo tener que disertar aquí y que aguzar mi corto ingenio; pero Vd. me condena a ello, si no quiero pasar por un monstruo. Voy a contestar a los extremos del cruel dilema que ha forjado Vd. en mi daño.

Crúzanse aquí diversos amoríos entre los individuos de la familia del dueño de la casa y los campesinos; la bella Infanta, que se hace pasar por segadora, produce aún mayores complicaciones, excitando con sus encantos en todos los pechos el amor ó los celos.

Caminabamos escasos de comida, por habersenos mojado la pólvora, que la caza era nuestro alimento; y sin saber como, de lo alto de una barranca cayó, al pasar, al rio una cierva, y atracando la canoa, la tomamos viva, sin mas lesion que estar desquijarada, quizá de la caida. Acordéme con este prodigio, de la promesa de mi Seráfico Patriarca, y le rendí las gracias con el Te-Deum al Supremo Proveedor de todas las cosas. Paramos este dia

Dixo despues el quinto: Tambien yo soy rey de los Polacos, y dos veces he perdido mi reyno; pero la Providencia me ha dado otro estado, en el qual he hecho mas bienes que quantos han podido hacer en las riberas del Vistula todos los reyes de la Sarmacia juntos: tambien me resigno á los juicios de la Providencia; y he venido á pasar el carnaval á Venecia.

Muchas veces salía mi hija del convento y venía a pasar algunos días conmigo. Con más frecuencia iba yo al convento a visitarla y a hablar con ella. Mi amor y mi vanidad de madre estaban cada día más lisonjeados. Lucía iba creciendo en hermosura y en natural elegancia. Algo había en ella de parecido a , pero se parecía mucho más a su padre.

Jacques ignoraba en absoluto la tremenda prueba por que acababa de pasar la de Sardonne, prueba cuyas amarguras desgarraban todavía su alma con toda la crueldad de una pesadilla.

Allí, la luz de la luna al pasar por los cristales del techo, daba a toda la sala desconcertante aspecto de cueva sepulcral. ¡Qué transformación la de aquella alcoba donde había pasado tantas horas lascivas e indolentes! La puerta que daba al salón de los divanes no estaba del todo cerrada. ¡Con qué valeroso contento advirtió, hacia el rincón obscuro, el trazo de luz!

Seguramente iríamos a darnos cuenta al otro mundo, si no se repetía el caso de un maquinista que en esta misma vía y sabiendo que se había escapado un tren de pasajeros, lo esperó subido al depósito de agua de la estación en que se encontraba, «con licencia», y al pasar el tren se arrojó al ténder, en el que por la violencia del choque se rompió las dos piernas y así, arrastrándose penosamente, llegó hasta la palanca de la máquina, paró al tren y salvó la vida de todos los pasajeros.

Las amigas cambiaban vivazmente sus impresiones de domingo. Venían de misa; de sonreír en el atrio de la catedral a sus parientes y conocidos; de pasear por las calles limpias, esmaltadas de sol, como flores desatadas sobre una bandeja de plata con dibujos de oro. Sus amigas, desde las ventanas de sus casas grandes y antiguas, las habían saludado al pasar.