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A pesar del desaliento que infundió en la península el éxito desgraciado de estas expediciones, se ordenó lo conveniente para organizar la quinta expedición á los mares del Poniente. Se organizó ésta por Miguel López de Legazpi, que se encontraba en Nueva España, con encargo de que le acompañase el sabio marino Urdaneta.

39 Y si algún animal que tuviereis para comer se muriere, el que tocare su cuerpo muerto será inmundo hasta la tarde; 40 y el que comiere de su cuerpo muerto, lavará sus vestidos, y será inmundo hasta la tarde; asimismo el que sacare su cuerpo muerto, lavará sus vestidos, y será inmundo hasta la tarde.

Para tener la seguridad de conservar siempre su mano en la de un compañero elegido, hay que saber, primero, si esa mano es leal, si podrá proteger, dirigir y amparar, en todas las vicisitudes de la vida.

Y todos convenían en que el origen de sus males era la inteligencia, que por medio de la observación y el autoanálisis les mostraba su insignificancia en el universo y les hacía sentir la inutilidad de la existencia en esta ciega y perdurable corriente de las cosas. Entonces estas desdichadas criaturas se presentaron a Dios para pedirle que les quitase la inteligencia.

Ante la mesa y sus apéndices, no sin mil cumplimientos y ceremonias, fueron tomando asiento los padres curas, porfiando bastante para ceder los asientos de preferencia, que al cabo tocaron al obeso Arcipreste de Loiro la persona más respetable en años y dignidad de todo el clero circunvecino, que no había asistido a la ceremonia por no ahogarse con las apreturas del gentío en la misa , y a Julián, en quien don Eugenio honraba a la ilustre casa de Ulloa.

Y como si presentase á otra persona, dijo sus nombres ceremoniosamente: Archibaldo von Kramer, teniente de navío de la flota imperial... Su personalidad de diplomático no era enteramente falsa. Había servido como agregado naval en varias Embajadas. Luego le dió instrucciones para el regreso. Podía esperar frente á Palermo. Un bote vendría en busca suya para llevarle á tierra.

Es algo que nos envilece y achica, y si fuese posible suprimirlo, la humanidad viviría mejor. ¡Los crímenes que comete ese capital, tan adorado por usted, para agrandarse y triunfar en sus empeños! Ahora fue Maltrana el que rompió a reír.

Esto no dejó de contrariarme, porque desvanecidos en los efluvios de patriotismo, que al principio me dieron cierto arrojo, no pensaba ya más que en salvar mi vida, y no era lo más a propósito para este noble fin el permanecer a bordo de un buque que se hundía por momentos.

Yo me consideraba rebajado en él. Además, yo no creía que la bondad se caracterizase por la blandura ni por la humedad. Conocía muy bien a mis convecinos, y el que se les cayesen las lágrimas o el moco era para lo mismo que si les hubiese atacado el hipo.

Más allá de la playa de los vascos, en una alta y escondida explanada que forman las rocas no lejos de cierta villa deliciosa, hizo alto la alegre turba, dispuesta a sentar allí sus reales para comer y sestear.