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Miraba hacia la chimenea grande y negra, hacia la gran campana de piedra, en la que se veían figuras y árboles de talla y el humo subir en espesas nubes hasta donde se hallaban los trozos de tocino. De repente, cuando menos lo esperábamos, el loco dio un golpe con el palo en la losa y exclamó como si soñara: «¡..., ..., yo lo he visto... hace mucho tiempo..., mucho tiempo

Quedábase el tabernero entre barreras durante la corrida, animando al espada con su presencia y con los ademanes de un grueso garrote que no le abandonaba nunca. Cuando el muchacho descansaba junto a la valla, veía aparecer como un fantasma de terror la cara mofletuda y roja de su padre y la cabeza del grueso palo.

Luego avanzaron grandes manadas de bueyes, que se arremolinaban en las angosturas del camino, siguiendo adelante bajo el palo y los gritos de los pastores con kepis. Pasó la noche desvelado por sus pensamientos.

52 Y purificará la casa con la sangre de la avecilla, y con las aguas vivas, y con la avecilla viva, y el palo de cedro, y el hisopo, y la grana. 55 y de la lepra del vestido, y de la casa; 57 para enseñar cuándo es inmundo, y cuándo es limpio. 1 Y habló el SE

2 Hijo de hombre, ¿qué es el palo de la vid más que todo palo? ¿El sarmiento qué es entre los maderos del bosque? 7 Y pondré mi rostro contra ellos; de [un] fuego salieron, y [otro] fuego los consumirá; y sabréis que yo [soy] el SE

Algo chillaba dentro de él que se lo decía. Era criminal, y sus perseguidores tenían razón en perseguirle, y aun en matarle atándole en un palo y estrangulándole.

Después se había quitado su propio calzado, porque era un marrano que gustaba de andar descalzo con las patas sobre el suelo. «¡Ay, qué rico!...». Quitose también las medias y echó a correr detrás del gato, cogiéndolo por el rabo y dándole muchas vueltas... Por eso estaba tan mal humorado el pobre animalito... Luego se había subido a la mesa del comedor para pegarle un palo a la lámpara... «¡Ay, qué rico!».

En efecto, Golfín vio que el ciego, tocando el suelo con su palo, se dirigía hacia una puertecilla estrecha, cuyo marco eran tres gruesas vigas. El perro entró primero olfateando la negra cavidad. Siguole el ciego con la impavidez de quien vive en perpetuas tinieblas. Teodoro fue detrás, no sin experimentar cierta repugnancia instintiva hacia la importuna excursión bajo la tierra.

La cuna de palo rosa traída de ochenta millas sobre un mulo, como decía Edmundo a su manera, fue digno remate de todo aquello. De este modo, la rehabilitación de la cabaña fue un hecho consumado.

Son Abrego y Ruy Diaz de Sevilla: Consigo mucha gente han congregado; Irala ha procurado de seguilla, Y algunos los conmueve por regalo, Y á muchos cuelga y pónelos de un palo. Irala sale en esto con armada, Y el rio arriba yendo bien se aleja; Y porque la ciudad sea gobernada, A D. Francisco de Mendoza deja.