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Los mas interesantes monumentos públicos de Francfort son: el palacio llamado Rómer, la Bolsa, la catedral ó Dom, la Biblioteca, los museos Stoedel y Bethman, y las estatuas consagradas á Goethe y Guttemberg. El edificio llamado Rómer, de aspecto singular y muy antiguo, guarda las tradiciones históricas de Francfort y del antiguo imperio de Alemania.

A pesar de su poderío, comodidad y bienestar, si bien Fausto impide que entren a visitarle en su palacio la Deuda, la Necesidad y la Miseria, no impide que el Cuidado entre y le aflija y le consuma. En medio de sus proyectos benéficos de hacer la dicha de los hombres, de crear un pueblo libre, industrioso y lleno de virtudes, Fausto muere. La alegoría no puede ser más clara.

Luego que entró D. Alonso en Zaragoza se alojó en el palacio de la Azuda, junto á la puerta de Toledo, cuya construccion se atribuye á Aben-Aya ó Aben-Aire, y de quien se supone tomó nombre la calle de Bonaire.

Un vasto palacio, adornado de pinturas y esculturas, que en el siglo pasado edificó el conde D. Cárlos José Gutierrez de los Rios siendo embajador de España en Lisboa, sirve como de engaste al único torreon que queda de aquella preciosa antigualla.

Necesitaba vivir, ver mundo, y renunció a sus estudios. ¿Qué le importaban las leyes y costumbres romanas y los cánones eclesiásticos para pasar una buena existencia? Ya sabía bastante. En realidad, lo mejor y más ameno de sus conocimientos se lo debía a su madre, cuando él vivía, siendo niño, en el palacio, sin haber visto maestros.

consiguió en 1625 entrar definitivamente en la servidumbre de Palacio, ocupando una plaza de ujier de cámara de Su Majestad.

El obelisco de Lougsor, cerca del Cairo, que sirvió de ornamento al palacio real de la famosa Tebas.

Pero su palabra estaba ya dada y los Villanera nunca se vuelven atrás de lo que dicen. Todo lo que la dama pudo obtener es que él la iría a ver todos los días clandestinamente, hasta que se celebrase la boda. Al día siguiente la señora de Villanera le condujo al palacio Sanglié y le presentó a su nueva familia. Visita de ceremonia que no duró más de un cuarto de hora.

Diole a Currita ganas de reír la pomposa hinchazón con que pronunciaba el ministro demócrata aquellas sonoras palabras: Palacio..., majestad..., rey..., reina, que parecían llenarle la ancha bocaza, y preguntó con su suavidad acostumbrada: ¿Quién?... ¿La Cisterna?... Crecióse el ministro como un toro de Veragua al que plantan una pica.

Ningún lujo, ninguna preocupacion de ostentacion artística ó palaciega! Tal parecia como si el palacio fuese una residencia de simples bourgeois alemanes. Confieso que, si bajo el punto de vista artístico quedamos muy descontentos, el espectáculo nos gustó mucho como rasgo indicativo de las costumbres alemanas.