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Doña Paula entró en el despacho. Hablaron de los negocios del comercio, de los asuntos de Palacio, de muchas cosas más; pero nada se dijo de lo que preocupaba al hijo y a la madre. «No se podía hablar de aquello» pensaba él. «No se podía hablar de aquello, ni a solas» pensaba ella. La madre lo sabía todo. Había comprado el secreto a Petra.

Parece extranjera. Será mujer de algún diplomático. Al salir del palacio la vio en la acera, disponiéndose a subir en una berlina. Un ujier del Congreso sostenía la portezuela con el respeto que inspira el coche oficial, el galón de oro brillante en el sombrero de los cocheros. Rafael se aproximaba, creyendo todavía a la vista de aquel carruaje en una asombrosa semejanza.

El palacio es inmenso y magnífico, aunque de formas un tanto pesadas; riqueza y arte, nada se ha omitido.

Llegaron en solemne y lenta procesión, después de cruzar varios corredores, a la gótica capilla del palacio, que parecía aguardarlos con sus mortecinas luces encendidas. Se descubrieron. Entraron. Persignáronse.

5 El se acordará de sus valientes; andando tropezarán cuando se apresurarán a su muro, y la cubierta se aparejare. 6 Las puertas de los ríos se abrirán, y el palacio será destruido. 7 Y la reina será cautiva; le mandarán que suba, y sus criadas la llevarán, gimiendo como palomas, batiendo sus pechos. 9 Saquead plata, saquead oro; no hay fin de las riquezas; honra, más que todo ajuar de codicia.

Yo que le vi, me demudé. Preguntóme si había sido algo; dije que no, aunque tenía estropeada una pierna. Dábame el lacayo prisa porque no saliese su amo y lo viese, que había de ir a palacio.

Aun en épocas posteriores el Alcázar de la ALJAFERIA se consideraba como Palacio Real, pues en el acuerdo ó instruccion para la coronacion del Sr.

Y yo no qué hay esta noche en palacio: las damas andan de acá para allá. La camarera mayor está insufrible, y la señora condesa de Lemos tan triste y pensativa... algo debe de haber sucedido grave á la señora condesa. ¿Pero quién os ha dado esta carta? La señora condesa de Lemos. La condesa de Lemos no es alta, ni blanca, ni... no, señor murmuró Montiño.

No necesito jurar para decir verdad... pero ... te lo juro por la salud de mis hijos... Habla... ¿Estás enamorada ó sientes algún interés por el hijo de D. Baltasar Rodríguez, por ese joven rubio que viene á menudo al palacio? No.

En una sala del pabellón, que forma un martillo en la fachada oriental de Palacio, estaba Fernando VII en la misma noche del motín. En aquel pequeño despacho no recibía á los ministros; aquélla no era la cámara: era la camarilla.