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Bases de esta pirámide son: la de Levante es de las Quimomecas y de los Tapacurás la del Poniente. Después, por la banda del Norte, dejando fuera á los Puizocas y Paunacas, la ciñen dos grandes ríos llamados Potaquísimo y Zununaca, á los cuales rinden tributo con sus aguas otros muchos arroyos ó riachuelos que atraviesan y fecundan el país.

Quisiera llevar á cabo con el lector en una sola noche, y sin movernos de este sitio, la circunnavegación de nuestro Océano, entre Dunkerque y Biarritz, y la revista de los grandes faros. Empero sería esto tarea muy larga. Calais hace señales hospitalarias á la Inglaterra, á la muchedumbre que pasa por aquel país, con sus cuatro faros de colores diversos, que deben verse desde el mismo Douvres.

El simple intento de tornar una de sus manos provocaba en ella una resistencia poderosa. «Eso, luego...» Estaba pronta á casarse con el godo; quería ver España... Y el médico hubiese cumplido sus deseos, de no avisarle una buena alma que á altas horas de la noche entraban por turno otros del país á oír las romanzas á solas... ¡Ah, las mujeres!

Verdaderamente que no hubiera sido preciso rogarme mucho para llevarme al fin del mundo en aquella pequeña y frágil barquilla. Al salir de los límites del parque, pasando bajo uno de los arcos que atraviesan la pared que lo rodea: ¿No me pregunta á dónde lo llevo, señor? me dijo la criolla. No, señorita: me es completamente indiferente. Lo llevo al país de las hadas. No lo dudo.

Las compañías no residían fijamente en ninguna parte, ni había tampoco una estrecha unión entre sus miembros, sino que representaban ya aquí, ya allí, corriendo el país y renovándose parcialmente cuando les parecía; sin embargo, su permanencia en el mismo lugar no se limitaba al corto plazo, prescrito por la ley, porque, según los datos existentes, y no con poca frecuencia, perseveraron en la misma población años enteros.

Usted viene del mundo del espíritu y le han de doler los primeros pasos sobre esta tierra muerta y silenciosa. No me sorprende. ¡Ah, si no me dolieran más que los primeros pasos! Es cierto; lo peor en la vida del campo es la monotonía, y ésta crece y se hace irresistible con el tiempo. Por lo demás, no se debe negar que este país es hermoso y que encierra mucha poesía.

No lo comuniqué absolutamente con nadie, mucho menos, por supuesto, con Suárez; antes procuraba mañosamente despistarle hablándole de mis quehaceres en Madrid y la necesidad que sentía de terminarlos pronto para restituirme a mi país, donde mi padre reclamaba mi presencia inmediata para otros asuntos urgentes.

El nobilísimo caserón de los Vargas, con sus ventrudas rejas y su escudo de piedra en el portal, sólo admitía las visitas de unos cuantos notables del país.

Poniéndole la mano en el hombro, el facultativo dice a Rufete: «Basta, basta ya de violencias. Ya hemos dicho que seremos amigos, siempre que usted no se me salga de las vías legales... El país le hará justicia... Calma, serenidad. Si pudiera usted dejar el poder por unos cuantos meses, ¡qué bien nos vendría a los dos! Nos dedicaríamos a curar radicalmente ese constipado...

Era aquella «señorona» la que de acuerdo con Manos Duras había organizado una venganza terrible; una venganza semejante á otras que ellos habían oído contar á los lectores de novelas ó visto por sus ojos en las historias cinematográficas. La gringa rubia quería matar á la pobre niña de la estancia, hija del país, tal vez por envidia, tal vez por otro motivo.