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No como a su tutor legal contesté. Los abogados de su papá serán, no hay duda, quienes ocuparán ese puesto, pero , más bien, como su protector y amigo. ¡Ah! respondió tristemente, creo que necesitaré ambas cosas, ahora que ya no existe mi pobre padre.

No como el bueno del funcionario arregló el negocio, pero el resultado fue que la Adela renunció por ante escribano a todo dominio sobre Amparo, y el padre Ambrosio la adoptó con todas las formalidades prescritas por las leyes. Todo aquello se hizo en muy pocas horas. Amparo no pasó la noche en mi casa.

¡Hijo mío!... ¡Mi hijo!... gemía la madre, retorciéndose en un sofá. Y el coro de la familia ahogaba sus lamentos derramando sobre ella una lluvia de hipotéticos consuelos y apelaciones á la resignación. Debía pensar en el padre: no estaba sola en el mundo, como ella afirmaba; además de su familia, tenía á su marido. Tòni acababa de entrar en este momento.

El que más influyó en el ánimo de su excelencia fué el padre Francisco del Castillo, jesuíta peruano que está en olor de santidad, el cual era padrino de bautismo de don Salvador Fernández de Castro, marqués de Almuña e hijo del virrey. Salcedo fué ejecutado en el sitio llamado Orcca-Pata, a poca distancia de Puno.

Echó a correr Piedad, como si buscase a alguien. «¿Y yo me quedo hoy en casa por mi niña», le dijo su padre, «y mi niña me deja solo? «Ella escondió la cabecita en el pecho de su padre bueno. Y en mucho, mucho tiempo, no la levantó, aunque ¡de veras! le picaba la barba.

Acompañados del Padre jesuita Juan de Soto, que desempeñaba el cargo de cirujano, marcharon pues solícitos los naturales de Santa-Cruz contra los enemigos de los Moxos, y no tardaron en regresar triunfantes.

Rosa, atemorizada, bajó la cabeza; pero aún dijo con firmeza: Porque no me gusta para marido. Apenas había pronunciado la última palabra, cuando su padre cayó sobre ella como una fiera; la volcó en tierra y se puso a darle coces con increíble ferocidad. Parecía golpear sobre una vaca.

Respondieron ellos que había mucho tiempo que lo deseaban, y el no ser ya cristianos era porque no tenían quién les explicase los misterios de la fe que habían de creer, ni los mandamientos que debían observar. Pues si es así añadió el Padre, bañado en alegría es necesario levantar primero iglesia á vuestro criador y señor, y que os juntéis todos en un pueblo.

Aunque el sueño y la fatiga del viaje le rendían, no se recogió Tirso aquella noche sin escribir una larga carta, que acaso tuviera relación con la salida que hizo por la tarde. Mientras doña Manuela y Leocadia acostaban al padre, él se puso a escribir.

Supongamos, porque estamos rodeadas de misterios, y los misterios no deben sorprendernos, que ese joven es hijo del duque de Osuna, que bien pudiera ser; dicen que el duque en sus mocedades ha sido muy galanteador. Pues por eso digo que peor: ¡un bastardo! Ni mi padre ni yo querríamos semejante enlace. ¿Ni aun interesándome yo por él?