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Juraría dijo que al llegar á la puerta por la parte de adentro, he sentido pasos silenciosos, pero precipitados, que se alejaban. No importa, yo volveré y veremos lo que esto significa. Dadme la mano para que os guíe, fray Luis. El padre Aliaga dió á tientas la mano al bufón. Estáis muriendo, padre; vuestra mano está fría como la de un muerto dijo el bufón al sentir el contacto de aquella mano.

1 Primero hemos hablado, oh Teófilo, de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, 3 a los cuales, después de haber padecido, se presentó vivo en muchas pruebas, apareciéndoles por cuarenta días, y hablándoles del Reino de Dios. 4 Y juntándolos, les mandó que no se fuesen de Jerusalén, sino que esperasen la Promesa del Padre, que oísteis, dijo, de .

El padre Venancio y el padre Antolín se querían tan entrañablemente como dos hermanos, se entiende como dos hermanos que saben quererse y no andan al morro por centavo más o menos de la herencia. En el mismo día habían entrado en el convento, juntos pasaron el noviciado y el mismo obispo les confirió las sagradas órdenes.

Y, para encenderle más el deseo, que a me celaba y al cielo a solas descubría, quiso la fortuna que hallase un día un billete suyo pidiéndome que la pidiese a su padre por esposa, tan discreto, tan honesto y tan enamorado que, en leyéndolo, me dijo que en sola Luscinda se encerraban todas las gracias de hermosura y de entendimiento que en las demás mujeres del mundo estaban repartidas.

Y de un salto, el músico llegó hasta el busto, besándolo con humildad infantil, como un niño acaricia al padre ceñudo e imponente.

EL FRAILE. ¡De cuánta caridad cristiana no he de estar dotado para consentir en pasar días enteros con un apóstata, con un réprobo de la peor especie, y todo para purificar lo que tu herético y satánico contacto ha manchado; a fin de que los cristianos puedan servirse de esas mercancías sin temer la cólera del Cielo! EL GITANO. ¡Qué quiere usted, padre mío!

El padre Aldao, a más de una suma de dinero, empezó a recibir su sueldo de general de mano de Rosas, y el general Heredia, de Tucumán, que; con motivo de la muerte de Quiroga, escribía a un amigo suyo: «¡Ay, amigo! ¡No sabe lo que ha perdido la República con la muerte de Quiroga! ¡Qué porvenir, qué pensamiento tan grande de hombre!

Era un caballero tan almidonado y tan tieso que a serlo de igual modo el noble fundador de su estirpe fuera imposible que hiciese al rey aquel saludo que le valió el ducado. Naturalmente mientras este señor no se ablandase un poco con la humedad no había que pensar en boda, porque Gonzalito tenía más miedo a su padre que al mar embravecido.

Los niños cambian con su madre sonrisas y miradas, pero atienden con más empeño á su padre. La fisonomía indiferente y glacial de éste atrae sus ojos con singular insistencia, como si despertase en ellos una gran curiosidad. No pasa un instante sin que ó uno ú otro tengan sus miradas clavadas en él.

Las hazañas del segundo David, auto sacramental. Autógrafo. Madrid 28 de abril de 1619. La isla del sol. Auto sacramental de 6 de abril de 1616. Además de los dramas manuscritos de Lope mencionados, paréceme oportuno copiar también los títulos siguientes de otros, de la rica colección de Durán y del duque de Osuna. De Durán: San Agustín. La divina vencedora. El hijo sin padre.