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Orión fulguraba espléndido; Sirio brillaba apacible como una lágrima de oro; Aldebarán ardía purpúreo; la cerúlea Capella parpadeaba melancólica, y allá por el Sud, joya sin par de las regiones australes, resplandecía Canopo con irradiaciones azules, blancas y rojas.

Las amigas de la madrina y de las damas protectoras del joven presbítero se habían ido quedando detrás, formando en torno suyo un grupo pintoresco, mientras el resto de la gente desfilaba por las dos puertas de la iglesia. Un rayo de sol vino a dar sobre el preste: las ricas vestiduras de tisú de oro despidieron vivos destellos; su hermosa cabeza rubia semejaba la de un querubín.

Vuelto á Galípoli se pusieron en libertad los prisioneros, y repartieron la ganancia, á los hombres de armas veinte y ocho perbres de oro, catorce á los cavallos ligeros, y siete á los infantes. Rocafort y Fernan Jimenez de Arenós toman al Estañara y cobran sus cuatro galeras.

¡A que no fuerzas, hambre detestada Del oro, que los ánimos perdidos Tras llevas con

Número tres: una caja cerrada que contiene broches de oro y plata, dos dagas de gran valor, un relicario guarnecido de perlas y otros despojos, ganados por con la punta de mi fiel espada.

Había también en dicho huerto el naranjo, con su perfume de amor y sus redondas cápsulas de miel encerradas en esferas de oro; y las diversas clases de melocotones, y el plátano, y el melón, que vive junto al suelo para absorber mejor sus jugos, concentrándolos en una carne de dulce marfil.

Las amigas cambiaban vivazmente sus impresiones de domingo. Venían de misa; de sonreír en el atrio de la catedral a sus parientes y conocidos; de pasear por las calles limpias, esmaltadas de sol, como flores desatadas sobre una bandeja de plata con dibujos de oro. Sus amigas, desde las ventanas de sus casas grandes y antiguas, las habían saludado al pasar.

Siempre limpia, atractiva y además excelente cocinera sabía contentar a los clientes. Gracias a ella, los notables de aquellos contornos iban con frecuencia al Sol de Oro.

Cuando se pasa de repente de los dramas de la edad de oro á los de Moratín, se siente la misma pena que cuando nos trasladamos de improviso de un paisaje lozano y lleno de flores, al calor de la primavera, á una región helada y fría en el rigor del invierno.

Villamelón, sin embargo, había realizado su ensueño; porque su esposa prolongó su estirpe añadiéndole una niña y un niño, y la renta de él, que, según su frase, daba para comer, se unió a la de ella, que daba a su vez para cenar; para comer y cenar, se entiende, con todas las opíparas reglas del arte, porque Villamelón honró siempre su precocidad dentífrica y el trinchante de oro macizo, regalo de su augusto padrino, siendo glotón a la vez que gastrónomo, gourmand a la vez que gourmet; un tonel sin fondo en cuanto a la cantidad de lo que bebía y engullía, y un inteligente Brillat-Savarin en cuanto a la calidad y modo de lo que engullía, sordo siempre a los clamores de la indigestión, que de cuando en cuando se encargaba de predicar moral a su estómago.