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Rasgos originales notables no han de buscarse, pues, en sus obras, encontrándose en ellas pocas veces los que nos revela el arte en toda su grandeza y profundidad.

Miguel Fedor encontró dos veces á Alicia en el palacio Lubimoff. Ella no sentía el miedo de su madre, y hasta consideraba muy originales é interesantes las manías de la princesa. Cuando la visitaba, en tardes de aburrimiento, parecía creer en su velador y en sus protegidos de gestos misteriosos.

Recuerdo que cuando escribí esta composicion ahora muchos años, el plan me fué sugerido por la lectura de unas estrofas que desde entonces no he vuelto á leer, y que adoptando la ingeniosa idea de hacer una declaracion de amor, protestando que no se tenia tal intencion, procuré vestirla con imágenes y pensamientos originales. He olvidado el nombre del autor.

Treinta años ha que viene: todas las tardes juega su partida de ajedrez: todas las tardes se la ven jugar aquellos cuatro originales que tiene en derredor: ni él hace más en la vida, ni ellos ven otra cosa. Eso es lo que se llama aislarse en medio del mundo. ¿Quién es aquél que cruza por aquella esquina? ¡Bello muchacho!

En cuanto al grupo de paisanas que aguardaban el toque de oraciones, sus vestidos originales y pintorescos realzaban la gracia y sencillez de sus fisonomías inocentes.

Una ó dos leguas distante de él empezaréis á ver árboles raquíticos, pobres, ceñudos, que indican á su modo por medio de posturas, iba á decir con sus gestos originales, la proximidad del gran tirano y la opresión de su soplo.

Olvidóse por un momento de sus apuros y de las piruetas de Pepay, para considerar ¡que todo lo que se contenía en aquellas gradas había salido de su fecunda cabeza en momentos de inspiracion! ¡Cuántas ideas originales, cuántos pensamientos sublimes, cuantos medios salvadores de la miseria filipina! ¡La inmortalidad y la gratitud del país las tenía él seguras!

Aquel exaltado se valía de nuevos medicamentos, de sistemas originales, aprendidos en las revistas y libracos que recibía de muy lejos.

Entre sus demás dramas, Don Sanche d'Aragon y la Suite du Menteur, son imitaciones respectivamente de El palacio confuso y de Amar sin saber á quién, de Lope de Vega. Ambos dramas son indudablemente de los mejores que cuenta la literatura francesa; pero cuando se comparan con sus notables originales, aparece de un modo indudable la falta de dotes poéticas de Corneille.

Tomás soltó una carcajada estrepitosa. Acostumbrado a la salidas originales de su hija, pensó que ésta era una de ellas y la encontró muy chistosa. No se ría, padre, no se ría, que lo digo como hay Dios en los cielos; que no quiero. El aldeano cortó repentinamente el hilo de su risa y se quedó extático mirándola. Vaya, vaya, chica... ¡qué me estás ahí cantando! Que no quiero.