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Está abierto el jardín... ¡Cómo invita su olor a subir al azul y olvidar el fangal, lo que tiene de vil nuestra arcilla mortal, lo que pone en la miel de la vida un sabor parecido al cruel de las "flores del mal".

Te digo multitudes, empleando una metonimia. Una... ¿qué? Una metonimia, de causa por efecto; y así te dije olor a multitudes por no decirte olor a sudor. ¡Qué porquería! ¡Eso es! Olor a porquería; tal es, precisamente, el olor a ciudad.

Leocadia, tomando un gran buche de agua de olor, afinó entre sus dientes un chorro continuo, y, girando en torno, rociolo con maestría, desde el ruedo de la saya hasta la almidonada gorguera. Una esclava vino a anunciar que las sillas de manos esperaban en el recibimiento. Llamen a Alvarez exclamó Beatriz. Un instante después llegaba la dueña con mucho rumor de cuentas y gorgoranes.

Tibio perfume, que no venía de ningún pomo de olor, ni arquilla de esencias, sino del lecho entreabierto y de las ropas de la víspera, abandonadas sobre los taburetes, sahumaba el ambiente de la alcoba. Una criada aparejaba en el tocador las toallas, el aguamanil, la jofaina. Otra, el patético albayalde para la tez y el sanguinolento bote para amapolar levemente las mejillas.

Díjole también el encuentro de Jesús con la calavera, leyenda antigua, con olor de osamenta y color de otro mundo, importuna como la muerte. «El recontamiento de la doncella Carcayona» era a la vez deslumbrador y pavoroso.

El fresco olor de las algas marinas, el canto de los marineros que despliegan las amplias velas grises aun húmedas por el relente de la noche, el toque de las campanas de las iglesias, el relincho de los caballos que saltan lanzándose hacia las verdes praderas que se extienden detrás de la ciudad... todo, en fin, es música, perfume y luz.

31 Y le quitará todo su sebo, de la manera que fue quitado el sebo del sacrificio de la paz; y hará perfume el sacerdote sobre el altar en olor muy aceptable al SE

9 al olor del agua reverdecerá, y hará copa como nueva planta. 11 Las aguas del mar se fueron, y se agotó el río, se secó. 12 Así el hombre yace, y no se tornará a levantar; hasta que no haya cielo no despertarán, ni recordarán de su sueño. 13 ¡Oh quién me diera que me escondieses en la sepultura, que me encubrieras hasta apaciguarse tu ira, que me pusieses plazo, y de te acordaras!

No es el punto principal de la cuestion privar de olor á las placas gangrenosas, indicacion mil veces insuficiente, sino el de reanimar la vida, combatir la putridez, y dar á los tejidos sanos la energía necesaria para eliminar la parte gangrenada.

De las cerradas y silenciosas casas salía el hálito de la crápula barata, ruidosa y sin disfraz: un olor de carne adobada y putrefacta, de vino y de sudor. Por las rendijas de las puertas parecía escapar la respiración entrecortada y brutal del sueño aplastante después de una noche de caricias de fiera y caprichos amorosos de borracho. Pepeta oyó que le llamaban.