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8 Como [lo] oímos, así lo hemos visto en la ciudad del SE

En la casa de Elorza se asomaron tres o cuatro personas, que también se metieron velozmente, y ¡oh dolor!, al retirarse cerraron tras los balcones. ¡Ea, ya oímos lo que teníamos que oír! ¿Han cerrado los balcones? , señor, los han cerrado y han hecho perfectamente. De aquella muchedumbre salió un suspiro apagado de fatiga y de rabia.

Recuerdo que me eché a dormir sobre la mesa, y cuando me quise dar cuenta de dónde estaba, me encontré, como por arte de magia, a bordo de un gran buque, que salía en aquel instante de la rada de Brest. Pasábamos por delante del Fuerte del Diablo, cuando oímos el cañonazo indicando que se abría el puerto. El barco en donde estaba era un barco negrero.

-Yo no me acuerdo, Sancho -respondió don Quijote-, del tal capítulo; y, puesto que sea así, quiero que calles y vengas, que ya los instrumentos que anoche oímos vuelven a alegrar los valles, y sin duda los desposorios se celebrarán en el frescor de la mañana, y no en el calor de la tarde.

«Si mi novio se muriese, yo iría á dormir sobre su tumba, para que sus huesos no tuvieran frío» decía en una ocasión una india que cantaba un cundimán. «Si estuvieras aquí, yo me pondría buena» oímos decir una noche á una india, que en el delirio de una fiebre palúdica modulaba un cumintán, en el que recordaba á su amante.

A veces la precipitacion del juicio es muy peligrosa, porque ocasiona errores enormes. Oimos una palabrita á un hombre que miramos con odio, y luego la interpretamos y echamos en mala parte, y el otro tal vez la ha dicho con sana intencion.

Como muestra, traducimos del tagaloc el que oímos publicar en Lucban, cuyo original en forma de acta, lo guardo entre los autógrafos curiosos.

Quédate, necio, y oye... Por no querer oír rompimos las amistades en el Escorial... Considera que han de hablar algo de ti... Verdad es que si la delicadeza me ordenaba cerrar los oídos, la curiosidad me impulsaba a abrirlos. Venció la curiosidad, mejor dicho, venció la pícara Amaranta, que no podía dejar de ser cortesana. Las muchachas hablaban en alto y lo oímos todo, y aun veíamos algo.

16 De lo postrero de la tierra oímos salmos: Gloria al justo. Prevaricadores han prevaricado; y han prevaricado con prevaricación de desleales. 17 Terror, sima y lazo sobre ti, oh morador de la tierra.

24 Su fama oímos, y nuestras manos se descoyuntaron; se apoderó de nosotros angustia, dolor como de mujer que está de parto. 25 No salgas al campo, ni andes por camino; porque espada de enemigo y temor hay por todas partes. 27 Por fortaleza te he puesto en mi pueblo, por torre; conocerás pues, y examinarás el camino de ellos.