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Al día siguiente, después del almuerzo, se arrepintió, pero ya era tarde para encontrar al chófer que le había servido la tarde del duelo, y que don Marcos acababa de ascender al rango de «proveedor de Su Alteza». ¿Adónde ir, seguro de no tropezarse con las personas que ocupaban su recuerdo?... Cuando empezaba á caer la tarde se dirigió á las terrazas del Casino.

¡Oh , perfectamente! Lo aprendí, como todo lo demás, en el convento. Pues en tal caso, interpretad aquellas armas; y el señor de Morel señaló uno de los escudos que ocupaban el testero de la habitación.

Los realistas ocupaban por entonces, no solo todo el Alto Perú, sino tambien la mayor parte del Bajo, y se encontraban muy animados y llenos de esperanza á causa de sus recientes triunfos.

Como no tenía hijos, ocupaban su vida los chismes de vecinos, traídos y llevados en pequeño círculo por dos o tres cotorrones como ella, y se distraía también con su sistemática afición a hablar de las cosas públicas.

Ha cambiado la vida en medio mes continuó . Parece que hayamos caído en otro planeta: nuestras habilidades antiguas carecen de sentido. Otros pasan á las primeras filas, los más humildes y obscuros, los que ocupaban antes el último término.

Se encaminó este comandante por las quebradas de Arque en busca de los enemigos, que le esperaron en las inmediaciones del pueblo de Colcha, fiados en su mayor número, y en las ventajosas situaciones que ocupaban.

Dado á conocer así somera, y no favorablemente, por desgracia, podemos ya lisonjearnos de conocer á cuantas personas ocupaban la sala cuando entró en ella el padre Jacinto. Doña Blanca, Clarita, D. Valentín y D. Casimiro se levantaron para recibirle, y todos le besaron humildemente la mano.

Mira que á la primera que me hagas, invalidito, te dejo abandonado á tu inutilidad. Desnoyers y el senador también se ocupaban del porvenir de ellos, pero de un modo más positivo. Había que realizar el matrimonio cuanto antes. ¿Qué esperaban?... La guerra no era un obstáculo. Se efectuaban más casamientos que nunca, en el secreto de la intimidad. El tiempo no era de fiestas.

Estos cuartos los ocupaban mujeres de vida airada, que eran como la crema de aquel mundo de vicio, cuyo centro era la famosa calle del Temple, y que extendía sus brazos a las adyacentes, teniendo como encerrado entre ellos el corazón de la ciudad. El café debía ser una mina de plata.

Los oficiales alentaban a la marinería; ésta cargaba y disparaba las piezas que habían quedado servibles, mientras algunos se ocupaban en custodiar, teniéndoles a raya, a los ingleses, que habían sido desarmados y acorralados en el primer entrepuente. Los oficiales de esta nación, que antes eran nuestros guardianes, se habían convertido en prisioneros. Todo lo comprendí.