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El rico estudiante no le dejó terminar y le estrechó la mano. Cuente usted conmigo, cuente usted conmigo y á la fiesta de nuestra investidura convidaremos á estos señores, dijo señalando al cabo y al alguacil. Vox populi, vox Dei. Hemos dejado á Isagani arengando á sus amigos.

Matáronle cuando nací yo, y a las puertas de nuestra casa, siendo su muerte la más rara tragedia que se vio en los pasados tiempos, ni se verá en los venideros. Era mi padre viejo, pero alentado y tan entero, que su vejez parecía primavera bajo nieve, o invierno que bajo su hielo tenía galas de primavera.

El mayorazguito continuó en voz baja el Avemaría que había empezado en alta voz, y todos los de nuestra fila le imitaron, como si aquello en vez de escuadrón fuera un coro de religioso rezo, y lo más extraño fué que Santorcaz, poniéndose pálido, cerrando los ojos, y quitándose el sombrero con humilde gesto, dijo también «Santa María...»

Entablada con esto la amistad de entrambas partes, se despidieron de nosotros los caciques, contentos y alegres con la esperanza de tener dentro de poco tiempo Misioneros, y ordenaron á algunos de sus vasallos que nos sirviesen con sus canoas, proveyéndonos de pescado por espacio de ciento y ciencuenta leguas de camino, que no fué pequeño socorro por la carestía de vituallas, de que ya padecía mucho nuestra gente y los PP. apenas tenían con qué sustentarse, por haberse corrompido ya el vizcocho y echado á perder el maíz; y el cuotidiano mantenimiento del P. Superior, por espacio de cuatro meses, fué sólo una simple escudilla de habas.

En resumidas cuentas: Francia, con su poder incontrastable, nos imponía una reforma de nuestra propia obra, sin saber que era nuestra; aceptámosla nosotros restaurando el Naturalismo y devolviéndole lo que le habían quitado, el humorismo, y empleando este en las formas narrativa y descriptiva conforme a la tradición cervantesca.

Así permaneció extendida sobre el pavimento hasta que la luz del día rayaba. Rayaba apenas el día cuando nuestra joven se levantó bruscamente del suelo. Quedose inmóvil un instante con el oído atento; pero no percibió el sonido de las campanas de San Felipe, que creyó escuchar en sueños. Se había equivocado; todavía no eran las seis.

La vista del castillo le apenaba profundamente; el aire que respiraba alteraba su salud, y, a no verme sufrir tanto, se hubiese retirado de nuestra morada desde hacía mucho tiempo. Sombrío y taciturno, huía de toda distracción y aun del estudio; entregado a la religión, pasaba día y noche al pie del altar. En los alrededores era tenido por un santo, y hasta mi marido respetaba su virtud.

Esta Patagonia, ahora desierta, verá usted qué linda se nos pone dentro de unos años, cuando sus tierras sean regadas. Fué una verdadera suerte que su aspecto pareciese tan feo á los de Europa. Por eso es nuestra aún y no nos la han robado. Y contaba á Rojas lo que había leído en periódicos y libros.

De las nueve banderas españolas tomadas en el Callao, dispuso el general La Mar que una se enviase al gobierno de Colombia, que cuatro se guardasen en la Catedral de Lima, y las otras cuatro en el templo de Nuestra Señora de las Mercedes, patrona de las armas peruanas. ¿Se conservan tan preciosas reliquias? Ignoro, lector, el contenido de la pregunta.

Tal es, ¡oh Príncipe! nuestra primera súplica, y no tanto para que desaparezcan los defectos indicados, sino para que sea más bella y perfecta tu Biblioteca dramática.