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¡Margalida! ¡Margalida! Y tras estos llamamientos, que excitaban la curiosidad de la atlota haciendo que elevase los ojos para fijarlos interrogantes en los de Febrer, éste se lanzó por fin a hablar, preguntándola por los progresos de su noviazgo. ¿Se había decidido por alguien? ¿Quién iba a ser el afortunado? El Ferrer... ¿el Cantó?...

Otra vez pensaba en el noviazgo de Margalida con una molestia semejante a la de los celos. ¿Y esta muchacha iba a ser para uno de aquellos bárbaros de tez obscura, que la sometería como una bestia a la servidumbre de la tierra?... ¡Margalida! murmuró como si fuese a revelarle algo importante . ¡Margalida!... Pero no dijo más.

Su timidez y el respeto «al amo» le hacían vacilar, pero al fin se había decidido. El noviazgo de Margalida le tenía de mal humor. ¿Había estado muy regañón el viejo?... Queriendo esquivar Febrer estas preguntas, le hizo otras con cierta ansiedad. ¿Y «Flor de almendro»? ¿Qué decía cuando el Capellanet le hablaba de él? Se irguió el muchacho con petulancia, satisfecho de proteger al señor.

¿Necesitas dinero? ¿Quieres la semana o el mes adelantado? No; muchas gracias, chico. En esto el dinero no puede nada. ¿Estás de monos con la señorita? Temo que el noviazgo ese te va a dar mucho que sentir. Te equivocas: Paz está conmigo más cariñosa que nunca; parece que hay así como un recrudecimiento en su cariño, y por cierto no a qué atribuirlo... no me lo puedo explicar.

Don Casimiro había estado, antes del noviazgo con Clara, en un largo período de coqueteo con Nicolasa, la cual, con exquisita circunspección, había sabido ir templando y moderando la máquina de los efectos, á fin de no precipitar al hidalgo en declaraciones y demostraciones tales, que no tuviesen ya más salida que la de ponerle en la disyuntiva de prometer boda ó de abandonar la empresa.

Montenegro sonrió. ¿Y eso era todo? ¡Riñas de novios; caprichitos de muchacha, que se enfada para animar la monotonía de un largo noviazgo! Ya pasaría el mal viento.

Pero, traidora Juanita, me lisonjeas y me matas a la vez. Yo no quiero instruirte, sino enamorarte. No aspiro a ser tu libro, sino tu novio. Jesús, María y José. ¿Está usted loco, don Paco? ¿En qué vendría a parar, qué fin que no fuera desastroso podría tener ese noviazgo? ¿No le tiemblan a usted las carnes al figurarse la estrepitosa cencerrada que nos darían si nos casáramos?

Me da en la nariz cierto tufillo de noviazgo.... ¡Vaya un modo de velar por los intereses de mi primo, señor ingeniero! Y de seguro que en esos cajones hay algo más que planos y estudios. Cartitas de amor, con fina letra inglesa y alguna que otra falta de ortografía: tal vez flores secas y amados cintajos. Muy bien, señor ingeniero. Eso es muy propio de la seriedad de una oficina como esta.

Quiero decir que es V. bueno, porque no es como otros caballeros, que por más que estén ya con un pie en el sepulcro, de lo que dista V. mucho, á Dios gracias, andan siempre galanteando y soliviantando á las hijas de los artesanos y jornaleros. Ahora no... por el noviazgo; pero antes... bien visitaba D. Casimiro á Nicolasa. Pues yo no la he visitado.

La protección enérgica de su tía Tomasa imponía respeto. Además, aquellas hembras simples, de pasiones instintivas, no podían sentir ante su fealdad la envidia hostil que inspiraban años antes su hermosura y el noviazgo con el cadete.