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Entraron para este efecto los PP. Felipe Suárez y Agustín Castañares y habiendo caminado noventa leguas, llegaron á un pueblo de Zamucos, y por entonces no se consiguió reducirlos. El año siguiente entraron los PP. Jaime de Aguilar y Agustín Castañares, y habiendo salido á 29 de Abril, caminaron las noventa leguas que los del año antecedente y hallaron desierto el pueblo en que estaban antes.

Tengo, tengo ... dos y dos son cuatro..., cuatro ... cuatro de á decinueve, primeramente. Bueno: pon una peseta con ellos. Ya está. Pus tendrás ahora cuatro duros. Cabales.... Ahora hay, por otro lao, dos pesetas en cuartos y dos tarines. Que son diez riales; y ochenta que tenías antes, noventa. Noventa.

Presénteme uno solo de sus argumentos, y guarde los novecientos noventa y nueve restantes, que ni tiempo hay sobrado ni ocasión es ésta para hacerme cargo de ellos. Entonces el corregidor metió mano al bolsillo, y entre el pulgar y el índice sacó una onza de oro. ¿Ve su señoría este argumento? ¡Eso es una pelucona, señor corregidor!

La Restauración es cosa hecha concluyó Robinsón con acento profético ; pero sólo llegaremos a ella atravesando un charco de sangre... ¡Preveo para España un noventa y tres con todos sus horrores!...

Esta vida serena, suave y rectilínea que acaba de extinguirse bajo la pesadumbre de noventa y seis años, nos da una emoción de vaga tristeza y de simpatía.

La vejez robusta y varonil de su esposo iba venciendo sus enfermedades dolorosas, pero no mortales, viéndose que el Cielo le reservaba para más largos días que a los demás miembros de la familia, alcanzando en efecto, sin decadencia de corazón ni de espíritu, hasta la edad de noventa años.

Falleció la Montansier el día 13 de Julio de 1820, á la edad de noventa años. El público que concurría á los jardines del Palais-Royal, conocía de vista á esta viejecita de cabellos plateados, que todas las tardes, desde su ventana, posaba la mirada de sus largos ojos inteligentes sobre aquella multitud, donde ya no quedaba ninguno de los hombres que la amaron.

Mírralas, cuéntalas añadió con acento de desolación profunda, desparramándolas todas sobre la mesa y verrás cómo salen a carrta porr día... Desde el 9 de diciembre hasta el 15 de marrzo, que somos hoy, van noventa y siete días, porrque febrerro trrae veintiocho. Pues nada, ahí tienes noventa y nueve ¡Mentecatos!... Aquí está el de hoy.

Encuéntranse seres vivientes en las aguas á una temperatura de ochenta á noventa grados de calor: y cuando el globo enfriado bajó á esa temperatura, entonces se hizo posible la vida. El agua había absorbido en parte el elemento de muerte, el gas ácido carbónico. Se pudo respirar.

Esto hizo que se hablara sobre los frecuentes casos de longevidad de Filipinas, y el que dijera á mi amigo que entre aquellos alumbrantes irían muchos de ochenta y noventa años, á lo que me replicó aquel, que conocía un antiguo veterano que llevaba más de cuarenta años cobrando su retiro, siendo de advertir que al salir del ejército ya tenía el máximun de tiempo, debiendo por lo tanto cifrar en más de cien años.