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Malas lenguas murmuraban que lo hacía reservándose la mitad de la remuneración, a pesar de lo cual, de cada entierro de primera le quedaban a Tirso veinte reales y treinta de cada novena. Además, servía de festero en ciertas solemnidades, y no le olvidaba el ecónomo cuando había que repartir algunas misas.

Pero podía ser ama como la señora Rita». Comenzó a frecuentar la iglesia; no perdió novena, ni rogativas, ni misiones, ni rosario y siempre salía la última del templo. Los vecinos de Matalerejo habían enterrado la antigua piedad entre el carbón; eran indiferentes y tenían fama de herejes en los pueblos comarcanos.

Y no podía menos de admirar a su compañero el P. Narciso, que se pasaba las horas muertas confesándolas con la misma afición que el primer día. No sólo las confesaba, sino que, por uno u otro motivo, siempre estaba entre ellas: unas veces eran las Flores de Mayo, otras la novena de las Hijas de María, otras la congregación de San Vicente de Paul, etc.

Nada más natural que explicar en aquel trance el giro continuo de los matices de la novena perla.

Al ver a Maltrana sumido a todas horas en el estudio, sentía cierto miedo por la suerte de su alma. Poníase entonces la mantilla, y con traje negro y el rosario en la muñeca, entraba en el cuarto del estudiante. Isidrín, hijo mío, te vas a matar estudiando tanto... Acompáñame. Se lo llevaba a misa o a la novena, a los templos donde se anunciaban sermones de predicadores de cartel.

La novena de los Dolores tuvo aquel año en Vetusta una importancia excepcional, si se ha de creer lo que decía El Lábaro. Por lo menos el templo de San Isidro, donde se celebraba, se adornó como nunca. Tal semilla de piedad postiza y rumbosa habían dejado los PP. Goberna y Maroto.

Un devoto que recurre a Santa Filomena, le pide su protección contra el demonio (Novena, pág. 22) y dice: "Satanás como león hambriento, vueltas a la redonda; sus ministros se animan unos a otros para derribarme, yo con mi flaqueza soy también enemigo de mi misma alma *

¡Cuánto me he reído después recordando aquella escena, y cuán cierto es, por lo que respecta a mis compañeros en aquel juego, que el entusiasmo de la ancianidad convierte a los viejos en niños, renovando las travesuras de la cuna al borde mismo del sepulcro! Muy enfrascados estaban ellos en su conferencia, cuando sintieron los pasos de Doña Francisca que volvía de la novena.

En una oración a Santa Filomena (Novena, pág. 16) se dice a la Santa, pidiéndole su protección: "Mis pecados me han vuelto de poco menor que los ángeles, muy inferior a las bestias, pues que éstas no olvidan el pesebre de su amo, y a su modo agradecen la comida y yo me he olvidado de la casa de Dios *

42 A otros salvó, a mismo no puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora del madero, y creeremos a él. 43 Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. 44 Lo mismo también le injuriaban los ladrones que estaban colgados en maderos con él. 45 Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.