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Pues pensaba ir a pasar con ellos todo el mes de agosto y quedarse allí hasta el 8 de septiembre, para hacer con toda la familia la novena de la Virgen de Regla... Luego venían las preguntas sin fin, después los encargos sin cuento, y, a lo último, el trueno gordo, lo que había de hacer estallar de gozo y de consuelo el corazón de su pobre viejecita... El día 3 de julio, aniversario de la muerte de su padre, iría a confesar y comulgar, para solemnizar en lo posible aquella tristísima fecha.

Quisiera que tocases la novena sinfonía de Beethoven, esa obra que tanto me gusta... Yo pienso que me tranquilizaría más que la tila y el azahar. ¡Pero eso no es molestia, hija mía! Es un placer replicó riendo el caballero. Y abrazándola de nuevo y estampando un beso en su frente se alzó del asiento, se acercó al piano y lo abrió.

El cronista de la hermandad de Nuestra Señora de la Novena, cuenta que en el año de 1631 entró María Riquelme en la cofradía, y que á causa de su belleza, y de su talento divino para la escena, había estado expuesta á las pretensiones de muchos galanes; pero que jamás se oyó nada que perjudicase en lo más mínimo á su honra, sino que, antes bien, su vida fué ejemplar como la de una santa.

Religiosa por superstición, devota por fe heredada, hipócrita por el qué dirán, e intransigente por decoro, adoraba la misa en que estrenaba un traje, la Semana Santa en que, tan guapa como el año anterior, pedía para los pobres, o la novena que autorizaba una cita.

Quería llegar a tiempo a la novena de San Ramón Nonnato que se celebraba hacía días en la iglesia de San Pedro. Allí veía a Maximina, a la cual estaba ligado por una simpatía irresistible.

Los pámpanos comienzan a amarillear; sopla el viento por las noches y hace gemir una ventana que se ha quedado abierta; el cielo se cubre de nubes plomizas, y llueve de cuando en cuando en largas cortinas de agua. La vieja, sin embargo de que hace mal tiempo, ha salido a la novena. Mejor hubiera sido que no lo hubiera hecho, porque en la puerta de la iglesia le han dado una mala noticia.

Los sirvientes han levantado la mesa, se han marchado. Es noche de invierno; en la chimenea una llama azul oscila entre los carbones. Ella conversa con más locuacidad, de mil asuntos, de la novena próxima, de un libro por demás liberal o cuyo argumento le parece inverosímil. Su conversación es sencilla, demasiado sencilla.

Ambas van dedicadas al Duque de Sessa. En este propio año apareció también la Parte novena, primera que figura como publicada por el mismo Lope y en cuyo prólogo rechaza por ilegítimas todas las Partes anteriores. No tenía completa razón para ello: muchas de estas Partes habían sido editadas por personas de su intimidad y es de suponer que con anuencia del autor.

Aquella noche D. Alonso y Marcial siguieron conferenciando en los pocos ratos que la recelosa Doña Francisca los dejaba solos. Cuando ésta fue a la parroquia para asistir a la novena, según su piadosa costumbre, los dos marinos respiraron con libertad como escolares bulliciosos que pierden de vista al maestro.

Cualquiera que entonces entrase en ella por las calles de la Verónica o Novena y la atravesase en dirección a la plaza de San Antonio, habríase creído transportado a la capital de un pueblo en pleno goce del más acabado bienestar y aun de la paz más completa, si no mostrara otra cosa la multitud de uniformes militares, tan varios como alegres, que abundantemente se veían.