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El ayuntamiento, auxiliado por varios particulares llamados á su seno en calidad de diputados de las diferentes corporaciones y clases de la sociedad, declaró: "Que las provincias de Venezuela procederian á constituir un gobierno encargado de ejercer la soberania á nombre y en representacion de Fernando VII," neto por medio del cual desconoció la autoridad de la regencia, y luego expulsó de su territorio las autoridades principales que hasta alli habian representado á la nacion española, aboliendo al propio tiempo el odioso tributo de los indios y la Inútil de esclavos.

Luis de Torres, que la visitó en 1606, le puso el nombre que lleva, según unos, por caer frente por frente de la Guinea africana, y según otros por el parecido de los negros naturales de ella con los negros de la dicha comarca de África. Otros muchos navegantes la visitaron en los siglos posteriores, pero todos se limitaron, como hemos dicho, a tocar en algún punto de sus costas.

Arrancándose a la emoción deliciosa en que la había sumido la declaración espontánea de Raúl, se había dominado valientemente y, mostrándole el callejón sin salida en que iba a meterse imprudentemente, la habló el lenguaje imperioso de la razón y del deber. Todo les separaba, nombre, posición y fortuna.

Su primer cuidado fué asegurarse del caudillo principal Luis Laso de la Vega, que prendió por mismo en la casa que habitaba, llamándole por su nombre, á que contestó agriamente, porque se le incomodaba: pero reproduciéndole desde afuera que se hallaba en gran peligro, porque estaban ya muy cerca las armas del Rey, se levantó, y medio vestido salió en persona á la puerta con un trabuco en la mano.

Pensaba luego D. Luis en la alteza soberana de la dignidad del sacerdocio a que estaba llamado, y la veía por cima de todas las instituciones y de las míseras coronas de la tierra: porque no ha sido hombre mortal, ni capricho del voluble y servil populacho, ni irrupción o avenida de gente bárbara; ni violencia de amotinadas huestes movidas de la codicia, ni ángel, ni arcángel, ni potestad criada, sino el mismo Paráclito quien la ha fundado. ¿Cómo por el liviano incentivo de una mozuela, por una lagrimilla quizás mentida, despreciar esa dignidad augusta, esa potestad que Dios no concedió ni a los arcángeles que están más cerca de su trono? ¿Cómo bajar a confundirse entre la obscura plebe, y ser uno del rebaño, cuando ya soñaba ser pastor, atando y desatando en la tierra para que Dios ate y desate en el cielo, y perdonando los pecados, regenerando a las gentes por el agua y por el espíritu, adoctrinándolas en nombre de una autoridad infalible, dictando sentencias que el Señor de las Alturas ratifica luego y confirma, siendo iniciador y agente de tremendos misterios, inasequibles a la razón humana, y haciendo descender del cielo no como Elías, la llama que consume la víctima, sino al Espíritu Santo, al Verbo hecho carne y el torrente de la gracia que purifica los corazones y los deja limpios como el oro?

Fáltame un conocimiento bastante exacto de la literatura dramática de esta época, para indicar con su nombre las comedias que pasaron á nosotros de los españoles; pero ha de recordarse, en particular, que las llamadas Haupt-und Staatsactionen, que estuvieron muy en boga, principalmente por obra del maestro Veltheim, hombre muy familiarizado con las lenguas modernas, utilizaron mucho las invenciones españolas, declarando Flögel, con referencia á otro autor más antiguo, que estas Actionen eran generalmente malas traducciones del español.

Hasta el bueno del señor vicario, aun exponiéndose a revelar algo como secretos de confesión, ha venido ya a consultarme sobre vanos casos de conciencia que se le han presentado en el confesionario. Mucho me ha llamado la atención uno de estos casos que me ha sido referido por el vicario, como todos, con profundo misterio y sin decirme el nombre de la persona interesada.

En los palcos inmediatos corría de boca en boca un nombre que llegó hasta el nuestro. El orador era D. Diego Muñoz Torrero.

Lejos de ser el butiro una novedad, traída por el progreso humano, parece que ya las hijas de los primitivos arios, en las faldas del Parapamiso, ordeñaban las vacas y de su leche sacaban exquisita y fresca manteca, tomando ellas nombre de este mismo oficio o arte en que se empleaban, pues afirman los sabios etimólogos que la palabra hija, en el lenguaje de los vedas, equivale a la que ordeña las vacas y hace la manteca.

Este carácter consiste en que como lo dice su mismo nombre, baste la descomposicion de un concepto para encontrar en él ciertos predicados, y prescinde del modo con que se ha formado el concepto que se descompone y de si se han hecho entrar en él dos ó mas conceptos.