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Fíjate bien en lo que dices, que en eso del amor hay mucho de engaño y ceguera. También yo, cuando me casé, estaba loco por mi china. ¿De verdad que os queréis?... Pues bien; llévatela, gabacho del demonio, ya que alguien se la ha de llevar, y que no te salga una vaca floja como la madre... A ver si me llenas la estancia de nietos.

El sitio en que nos encontramos fué la Bastilla de otra edad; menos lógica, en cambio más cruel. Sobre el mismo suelo en que ahora tenemos los piés, fuéron arrastrados y descuartizados Ravaillac, Cartouche y Damiens; sus miembros palpitantes ensangrentaron este suelo que ahora pisan sus nietos con indiferencia.

Apenas hay aquí quien acierte a comprender lo que llaman mi manía de hacerme clérigo, y esta buena gente me dice con un candor selvático que debo ahorcar los hábitos, que el ser clérigo está bien para los pobretones; pero que yo, soy un rico heredero, debo casarme y consolar la vejez de mi padre, dándole media docena de hermosos y robustos nietos.

Elena se mostraba por esta privación inquieta y dolorida algunas veces; otras lo echaba a broma y abrazaba y besaba con entusiasmo una perrita que su marido le había regalado, diciendo que aquella era su hija y que muy pronto la casaría para darse el gusto de tener nietos a los veinte años. Don Germán aún lo sentía más que ella, pero lo disimulaba mejor.

Luego, al menor claro en la masa de tropas, volvían á deslizarse por la superficie blanca é igual de la carretera. Eran madres que empujaban carretones con pirámides de muebles y chiquillos; enfermos que casi se arrastraban; octogenarios llevados en hombros por sus nietos; abuelos que sostenían niños en sus brazos; ancianas con pequeños agarrados á sus faldas como una nidada silenciosa.

Vamos á hacer la guerra á la guerra añadió . Nos batiremos para que esta guerra sea la última. Su afirmación no le pareció bastante clara, y siguió diciendo: Nos batiremos por el porvenir; moriremos para que nuestros nietos no conozcan estas calamidades. Si triunfasen los enemigos triunfaría la continuación de la guerra y la conquista como único medio de engrandecerse.

Hallóse en Tablanca como rey en sus palacios, y se había guardado muy bien, desde entonces hasta la fecha, «de sacar una pata» medio jeme fuera de su término municipal... Ochenta y cuatro años contaba a la sazón, sin saber lo que era un mal dolor de tripas. Había tenido dos mujeres, diez hijos y veintidós nietos.

Aumentábase el furor del terco viejo con las réplicas, y para concluir echó a sus nietos a la calle, ordenándoles que no volviesen a poner los pies en aquella casa de lealtad, y conminándoles con desheredarles del mejor modo que pudiese.

Otrosí: relajamos la persona de dicho Don Juan Ponce de León á la Justicia y Brazo seglar, y especialmente al muy magnífico señor Licenciado Lope de León, Asistente por S. M. en esta ciudad y á sus lugares tenientes en el dicho oficio, á los cuales muy afectuosamente rogamos que se hagan benigna y piadosamente con el dicho don Juan, y porque el delito de la heregía es tan gravísimo que no se puede buenamente punir ni castigar en las personas que lo cometen, y las penas se extienden á sus descendientes: por ende declaramos sus hijos y nietos de dicho don Juan Ponce por línea masculina sean inhábiles para poder tener cualquier oficio público, ó de honra, ó beneficios eclesiásticos, y que no pueden usar de las otras cosas prohibidas á los hijos y nietos de los semejantes condenados así por dicho común, Leyes y Pragmáticas de estos Reinos como por institución del Santo Oficio, las cuales habemos aquí por expresadas: y por esta nuestra sentencia juzgando así lo pronunciamos y mandamos en estos escritos y por ellos.

Pero en ella había contraído matrimonio, en ella habían nacido sus hijos y sus nietos, y la gente acabó por olvidar su origen, viendo en él á un compatriota que era motivo de orgullo para la provincia. Un sentimiento de gratitud se unía á la general admiración.