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¡Oh, tortura espantosa! ¡Tortura realmente oriental! No podía llevarme a la boca un pedazo de pan sin recordar a los descendientes de Ti-Chin-Fú, pidiendo de comer, como pajarillos sin plumas que abren en vano el pico y pían en un nido abandonado.

Diríase que la Naturaleza quiso hacer en aquella pareja sin ventura dos ejemplares contrapuestos de moral desvarío; pues si ella vivía de una aspiración insensata a las cosas altas, poniendo, como dice San Agustín, su nido en las estrellas, él se inclinaba por instinto a las cosas groseras y bajas.

Los novicios hablaron entre un momento, y uno de ellos, el más fuerte, cargóse entonces el haz a la espalda y comenzó a trepar por la áspera pendiente, hacia un caserío ruinoso que se divisaba en la cumbre, pequeño y escondido cual un nido de pájaros.

Encerrado allí de nuevo y en su cáscara erizada, en el pequeño nido que casi siempre encuentra empezado, concéntrase en mismo, en su regocijo solitario de seguridad benéfica. Que ronden mil enemigos por afuera, que las olas truenen ó mujan, todo esto le sirve de recreo.

Paseándome con frecuencia por la orilla del arroyo, he podido estudiar detenidamente al pescador ideal, al tranquilo pescador de caña, detrás del cual las arañas tejen tranquilamente su nido.

Una gran desgracia, hijo; lo que nunca se había visto en el claustro alto. Las locuras del mundo entraron en la catedral, y fueron a hacer nido justamente en la casa más honrada, más antigua y más respetable de las Claverías.

¡Qué hermoso es á mis ojos contemplar aquel grupo de casitas que ocupa la tierra, así como un nido está en un árbol, como una nave surca el Océano, como una caravana se pierde entre los horizontes de la soledad, como un pensamiento de la Providencia germina oculto entre los torrentes de la creacion!

Roseta guardaba el regalo en su cuarto, como si fuese la misma persona de su novio, y lloraba cuando sus hermanos, la gente menuda que tenía por nido la barraca, en fuerza de admirar á los pajaritos, acababan por retorcerles el pescuezo.

Esta palidecía y agrandaba sus ojos con grato terror, comenzando a encontrar interesante al bandolero. ¿Si habría venido al cortijo sólo por ella?... ¿Si se propondría robarla, llevándosela a sus escondrijos del monte, con la rapacidad hambrienta de un pájaro de presa que vuelve del llano a su nido de las alturas?...

5 Por tanto, se encumbró su altura sobre todos los árboles del campo, y sus ramas se multiplicaron, y se alargaron sus ramas a causa de sus muchas aguas que enviaba. 6 En sus ramas hacían nido todas las aves del cielo, y debajo de su ramaje parían todas las bestias del campo, y a su sombra habitaban muchos gentiles.