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Desde aquel blanco nido inmaculado se debía ascender a las puras regiones de lo ideal, al país de los ensueños, a vivir y comerciar con los seres privilegiados, donde la pasión impera sin absurdas trabas sociales.

Primero veré yo puestas por tierra Estas flacas murallas, y este nido Y cueva de ladrones abrasado, Pena que justamente le es debida A sus continuos y nefandos vicios. Será nunca acabar si respondemos, Dexalos ya, Pedro Alvarez, amigo, Que ellos se cansarán; y dime agora Si todavia piensas de huirte. Y cómo? En qué manera? Por tierra, Que no puedo de otra suerte ni otro modo.

Formaban nido en la cabeza y bajo los brazos. ¡Miseria de la vida! Dijeron que se le había abierto la madre de los gusanos, la gusanera, como cuentan de un rey de las Españas. ¿Dónde ha muerto? Quiero ver su alcoba. Allí estará su sombra, esperándome.... Mis brazos de carne no podrán estrecharla... Pero las almas se abrazan, porque también son de sombra, y los vivos oyen a los muertos.

Ya os casaréis, y ya, cual dulce tórtola Que mató el lazo o cazador mortífero Que el alto nido derribó del álamo, Lleno de sangre dejaréis el tálamo. Salen JARIFA y CELINDO. JARIFA. ¿La voz, dices, de mi bien? CELIND. Digo que le llamar. ABIND. A Jarifa siento hablar Y a Celindo oigo también. Tiemblo, la sangre me acude Al corazón.

En el presente siglo la industria en cuestión estaba muy decaída, no sabemos si porque había menos clérigos ó porque había más sastres. En el quinto piso de la casa de Tócame Roque, situada en la calle de Belén, tenían su nido dos hermanas, sastras de ropas sagradas, que habían venido muy á menos.

Al nido pertenecia tambien otro pájaro que despues ha tomado vuelo por las regiones de la política, y sabe Dios hasta dónde llegará. Hasta donde quiera, porque, hoy como entónces, todos sus compañeros reconocen en él más talento que en ninguno y ménos discrecion para emplearlo y convertirlo en otra cosa que en un perro que muerde á su amo.

Ni barruntos hay siquiera de lo que pudieras presumir, ni trazas de que a él le haya pasado por las mientes la menor idea de esa especie, ni razón para que pase tampoco por las mías... Empiezo a vivir ahora; acabo de salir, como quien dice, del nido, con hambre de libertad y de espacio en que gozarla sin estorbos; ¡y había de?... ¡qué locura, Virtudes!

Mejor que nunca lo conoció cuando hubo que dar la gran batalla para trasladar al caserón de los Ozores el nido del amor adúltero. Ana se opuso, lloró, suplicó... «no, no; eso no, Álvaro, por Dios no, eso nunca». Y resistió muchos días a las súplicas del amante que se quejaba de lo poco y deprisa y sin comodidad que gozaba de su amor.

Y si en respecto del firmamento es la tierra como un punto, ¿cuánto será menor puntillo respecto del cielo empíreo? ¿Pues qué dejas, menospreciando el mundo, aunque fueses señor dél, sino un angosto nido de hormigas, por los reales y anchos palacios del cieloAquellas palabras del padre Fr. Diego de Estella traspasaron luminosamente su espíritu.

Ello fué que estando el joven pintor examinando con cuidado el muro, un ligero ruido de ramaje llegó á sus oídos. Retrocedió prontamente algunos pasos y, alargándose su perspectiva, descubrió á la sobrina de la señorita Guichard en su nido de verdes hojas.