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Las ciencias y las artes no tienen alas para volar mas allá de las fronteras del mundo material, ni ojos para objetos que se hallen fuera del alcance del telescopio.

Consiste en que D. José Salamanca ama especialmente con los sentidos, de una manera casi voluptuosa. Tiene tambien el sentimiento de la vida; por eso se rodea de una opulencia y de unos placeres que los demás ricos no saben adquirir; tal vez los codician; pero ni los sabrian tener; por eso idealiza cuanto le circuye, con una pompa y una imaginacion que deslumbran.

14^ Y qualquiera ÿ no os recibiere, ni oyere vueštras palabras, šalid de aquella caša, ò ciudad, y šacudid el polvo de vueštros pies. Decierto os digo, [que el caštigo] šerá mas tolerable

Yo, a esta sazón, hice un breve discurso conmigo, y me dije a mesma: '', que no seré yo la primera que por vía de matrimonio haya subido de humilde a grande estado, ni será don Fernando el primero a quien hermosura, o ciega afición, que es lo más cierto, haya hecho tomar compañía desigual a su grandeza.

Tal es la pregunta que me inquieta mirándoos. Vuestras primeras páginas, las confesiones que nos habéis hecho hasta ahora de vuestro mundo íntimo, hablan de indecisión y de estupor a menudo; nunca de enervación, ni de un definitivo quebranto de la voluntad. Yo bien que el entusiasmo es una surgente viva en vosotros.

Lo primero no edifica, seguramente; pero tampoco degrada ni corrompe tanto como lo segundo.

Claro que esto no es ninguna santidad extraordinaria, ni un caso de heroísmo; pero algo es algo...».

Soy yo, su viejo amigo, el más desgraciado, el más respetuoso de todos sus amigos. No tenga usted miedo; no tema nada, ni siquiera que le dirija ningún reproche. En París estaba loco, pero el viaje me ha cambiado. Soy un padre que viene a consolarla. No se mate usted; ¡yo me moriría! Aquí se detuvo, se calló y escuchó. No oía más que los latidos de su corazón.

Notando Juanita que doña Inés se asustaba un poco al verla y al oírla tan bárbaramente bíblica, prosiguió sonriendo: Pero no te apures ni te sobrecojas. No será menester tocar en tales extremos; no llegará la sangre al río. Aunque será severa la lección que yo , no pasará a ser tragedia, y quedará en sainete.

Si el salon de los Embajadores arrebata por su magnificencia y su cúpula soberbia, hace evocar mil historias y leyendas con los retratos al fresco de todos los reyes godos que se ostentan en la techumbre. Allí, en uno de los calabozos húmedos, sin aire ni luz alguna, sufrió su prision y su martirio esa mujer de tan célebre memoria.