United States or Jersey ? Vote for the TOP Country of the Week !


Por fortuna, sólo duraron unos cuantos segundos, porque ella las contuvo como tragándoselas; procuró serenarse, y habló sin gimoteos ni sollozos. que no tengo sobre ti ningún derecho. No te pido nada, ni por soñación. ¿Será cierto eso de la casa de banca y el dinero? Aunque me engañes, me alegraré de que sea mentira, porque prefiero mi desdicha a tu ruina.

Aquí todos roban... Debo de parecer un San José; pero no importa... 'Yo no juego a la lotería; déjeme usted en paz'. ¿Qué me importará a que sea mañana último día de billetes, ni que el número sea bonito o feo...? Se me ocurre comprar un billete, y dárselo a Guillermina.

Bien vienes, Roger, dijo alborozado apenas divisó al joven. Confieso que no soy muy fuerte en achaques de escritura, y aquí me tienes sudando para contar á mi señora la baronesa muchas cosas que quiero decirle, con unos garabatos que se empeñan en no salir derechos y que no los entenderá ella, ni , ni yo mismo.

Dentro de la superficie de un kilómetro cuadrado entendí que había ciertas emanaciones sutiles de cierto fluido mil veces más tenue que el aire; fluido que penetraba el aire todo, infundiéndose en los vacíos e intersticios que dejan sus moléculas. Este fluido, que el hombre no verá, ni pesará, ni sentirá jamás con sus sentidos, no se eleva más allá de un kilómetro.

No tiene otro vicio; pero un taco espantoso. »El fiscal lleva en este juzgado cuatro años, y es un sujeto digno de estudio. Es aragonés, solterón y joven todavía, pero algo acabado. Detesta la profesión tanto como a la villa, y ni siquiera trata de disimularlo.

Al siguiente día de la entrevista con el Visitador, fué puesto en libertad el preso y se sobreseyó en la causa. ¡Y tenga usted fe en la incorruptibilidad de la justicia! Digo, ¡si fumarían en pipa los argumentos del corregidor! LA NI

Por eso, mientras por una parte no lee el Diccionario filosófico ni el Emilio, por otra no deja de venir todas las tardes a charlar un rato con este clérigo. Charlan casi siempre de cosas indiferentes; pero esta tarde, por una casualidad, ha recaído la conversación sobre cosas de teología, y el clérigo ha echado mano a su Bergier.

No llegó a perdulario, ni con cien leguas; pero rompió muchos zapatos jugando en las plazuelas con otros camaradas; se descalabró bastantes veces, y no volvía a casa, de retorno de la escuela o del paseo, con la ropa más limpia ni más entera que la de cualquier otro muchacho de buenas agallas.

Pero si en el fondo no era nueva la escena para , éranlo, hasta embelesarme, aquellos pintorescos matices de lengua; aquella dialéctica a la buena de Dios, sin andamiajes retóricos ni artificios convencionales; aquellas malicias sanotas que brotaban del regocijado palabreo, espontáneas, frescas, airosas y transcendiendo a «la tierra» como las rosas del huerto entre la virginal y espléndida hojarasca del cercado que las protege.

Despójate de tu nombre de Arturo Dimmesdale, y créate uno nuevo, un nombre excelso, tal como puedes llevarlo sin temor ni vergüenza. ¿Por qué has de soportar un solo día más los tormentos que de tal modo han devorado tu existencia, que te han hecho débil para la voluntad y para la acción, y que hasta te privarán de las fuerzas para arrepentirte? Ánimo; arriba, y adelante.