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Juan José Lezica Martin Gregorio Yanis Manuel Mancilla Manuel José de Ocampo Juan de Llano Jaime Nadal y Guarda Andres Dominguez Tomas Manuel de Anchorena Santiago Gutierrez Dr. Julian de Leiva Baltazar Hidalgo de Cisneros Cornelio de Saavedra Dr. Juan Nepomuceno Sola Dr. Juan José Castelli José Santos de Inchaurregui. Licenciado, D. Justo José Nuñez, Escribano público y de Cabildo.

Mochi se inclinó también, y Minghetti, después de una gran reverencia, se sentó al piano para acompañar el dúo de tenor y tiple con que empezaba la segunda parte. Nepomuceno se sentó junto a Marta, y Bonis muy cerca de su mujer, que respiraba con fuerza, absorbiendo dicha por boca y narices.

Nepomuceno bebía también su copita de Jerez llena de migas de rosquilla de yema, y callaba; como si no estuviera en sus atribuciones fijarse en las tonterías de su sobrina, que, desde que había vuelto a darse de alta, hacía la loquilla y la muchacha y se permitía unas bromitas y unas alusiones alarmantes, de que él no quería hacerse cargo por ahora.

Con este motivo, se lamentaba de la general decadencia española, y hasta llegaba a hablarle a Nepomuceno del probable renacimiento del teatro nacional, si todos hacían lo que a él le aconsejaba: poner en movimiento los capitales, sacar partido de los tesoros de la tierra.

Mochi recibió sus doscientas liras, como él las llamaba, con más expresivas muestras de agradecimiento que esperaba su nuovo amico; pero de devolución no dijo nada. ¡Cuáles serían las emociones que se amontonaron en el pecho del pobre flautista en aquellos días, que durante algunos, ni siquiera pensó en la deuda ni en la promesa de reintegrar a la caja aquellos cuartos, ni en el peligro de que se enterase Emma de todo, ni siquiera en la existencia de Nepomuceno!

Nepomuceno había tenido que quedarse porque el alemán era muy delicado, ahora que se aproximaba la boda, en materias del qué dirán, y no gustaba de que a tales horas pudieran encontrar por las calles oscuras a su hija acompañada de su prometido, aunque Körner fuera con ellos.

Se relamía pensando que iba a verla otra vez, que iba a entrar con un vaso de agua. Pero el agua la trajo una verdadera fregona. Hasta el día siguiente no supo Nepomuceno que su dulce tormento era Marta en persona; le dio a Sebastián señas de la divinidad, y... era Marta.

»Esta arenga, tan elocuente como sencilla, que hermanaba el cumplimiento del deber militar con la idea religiosa, causó entusiasmo en toda la dotación del Nepomuceno. ¡Qué lástima de valor! Todo se perdió como un tesoro que cae al fondo del mar.

¿Quién es esa? preguntó la mujer de Reyes. Bonifacio, viendo que Nepomuceno no se daba por interrogado, dijo, no sin tragar antes saliva: Es la Reina, que viene desaladamente al saber que el Infante.... No; si no pregunto eso interrumpió su mujer, volviéndose a mirar a Bonis, que estaba detrás de ella en la penumbra . Digo si es esa la tiple. Creo... que . , justo, la protagonista....

Desde luego comprendió el aventurado plan de Nelson, que consistía en cortar nuestra línea por el centro y retaguardia, envolviendo la escuadra combinada y batiendo parcialmente sus buques, en tal disposición, que éstos no pudieran prestarse auxilio. »El Nepomuceno vino a quedar al extremo de la línea.