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Y como si presentase á otra persona, dijo sus nombres ceremoniosamente: Archibaldo von Kramer, teniente de navío de la flota imperial... Su personalidad de diplomático no era enteramente falsa. Había servido como agregado naval en varias Embajadas. Luego le dió instrucciones para el regreso. Podía esperar frente á Palermo. Un bote vendría en busca suya para llevarle á tierra.

Tenía demasiados años para entrar en la Escuela Naval. Además, quería navegar por todos los océanos, y aquellos marinos sólo tenían ocasión de ir de un puerto á otro, como las gentes de cabotaje, ó pasaban años y años sentados en un ministerio. Para envejecer como un oficinista, era preferible reconquistar la notaría de su padre.

Yo nací en Cádiz, y en el famoso barrio de la Viña, que no es hoy, ni menos era entonces, academia de buenas costumbres. La memoria no me da luz alguna sobre mi persona y mis acciones en la niñez, sino desde la edad de seis años; y si recuerdo esta fecha, es porque la asocio a un suceso naval de que hablar entonces: el combate del cabo de San Vicente, acaecido en 1797.

Los herederos de aquella no estuvieron todo lo propicios al reconocimiento del parentesco, y Pepay se encontró en el mundo á los quince años, con una regular figura, unos cuantos conocimientos, un buen deseo y un tanto de malicia, fruta que sazona en todas las corporaciones de gente joven. Pepay, como todo ser racional de la India, tenía su compadre. Este mantenía un pequeño tráfico naval.

Los santos que lo adornan semejan farolones gigantescos; las hornacinas troneras, los barandajes, los nichos, las mórbidas roscas de las columnas salomónicas, todo se me antoja como perteneciente al dominio de la antigua arquitectura naval. Caía la tarde.

Toda abundancia, y todo honor te sobre. Que enfin has respondido á ser soldado Antiguo y valeroso, qual lo muestra La mano de que estás estropeado. Bien que en la Naval dura palestra Perdiste el movimiento de la mano Izquierda, para gloria de la diestra. Y que aquel instinto sobrehumano Que de raro inventor tu pecho encierra, No te le ha dado el padre Apolo en vano.

Esto pareció casi imposible de realizar en las embarcaciones que a bordo teníamos; mas había esperanzas de que nos enviaran auxilio de tierra, pues era evidente que la tripulación de un buque recién naufragado vivaqueaba en ella, y no podía estar lejos alguna de las balandras de guerra cuya salida para tales casos debía haber dispuesto la autoridad naval de Cádiz... El Rayo hizo nuevos disparos, y esperamos socorros con la mayor impaciencia, porque, de no venir pronto, pereceríamos todos con el navío.

Opusose luego á Cárlos su mayor y mas vecino enemigo, al Papa que amparaba y defendia su causa, y al Rey Don Jaime, que de hermano se le declaró enemigo, cuyas fuerzas juntas le acometieron y vencieron en batalla naval, con que la guerra se tuvo por acabada, y Don Fadrique por perdido.

Para que todo fuera completo, cuando venía algún cuarto a nuestras manos por cualquiera de las vías industriales que nos eran propias, comprábamos pólvora en casa de la tía Coscoja de la calle del Torno de Santa María, y con este ingrediente hacíamos una completa fiesta naval.

El contraste de un ejemplar del arte naval del siglo XV al lado de los más hermosos tipos producidos en el final del XIX; aquella navecilla endeble comparada con los colosos que hoy flotan y se mueven á voluntad con marcha pasmosa, traía á la mente, de golpe, todo lo que en la distancia de ambas fechas ha hecho cambiar el discurso del hombre influído no poco por el descubrimiento á que la navecilla contribuyó.