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Tippoo, sultán de Misor, se había empeñado en convertir al islamismo á todos los indostaníes y en dilatar su imperio hasta el Cabo Comorín, á donde nunca habían penetrado las huestes de otros conquistadores musulmanes. La horrible devastación del floreciente reino de Travancor, en las barbas de los ingleses, fué la consecuencia de la ambición y del celo muslímico del sultán mencionado.

Los rabinos ilustres, los filósofos y los doctores musulmanes, arrojados de Andalucía por el fanatismo de los almohades, tuvieron franca acogida y lograron protección generosa en las cortes de los reyes de Aragón y Castilla. Así, las célebres escuelas de Lucena y de Córdoba vinieron á trasladarse á Barcelona y á Toledo.

Todo esto cantado aquí a escape, tal vez no tenga chiste; pero yo creo que dándole la debida extensión e iluminándolo eruditamente con los colores locales y temporales de que ya he hablado, sería divertidísima novela, y pondría además de realce la hazaña de los andaluces, musulmanes entonces en vez de ser católicos, y que fueron los primeros en llevar a Creta el islamismo, de que ahora con tanta razón quieren los cretenses libertarse.

Seis musulmanes caen en pocos instantes muertos; los demas, cediendo al terror, huyen en encontradas direcciones dejando la azala interrumpida. Solo el Imam y unos pocos devotos permanecen en sus puestos.

Una nación relativamente pequeña, mal situada en un extremo del mundo viejo, y que además pretendía unificarse expulsando a los españoles hebreos y musulmanes por ser de distinta religión, emprendía al mismo tiempo la empresa de colonizar medio globo y de mantener bajo su autoridad lejanas naciones europeas que no eran de su idioma ni de su raza.

Y después de veinte siglos de sensualismo sobre el ideal de la belleza en la mujer, en el hombre y en el arte, vinieron diez siglos de misticismo sobre el ideal de la santidad en las personas y en las cosas; a las luchas por predominio sucedieron las luchas por los credos, tan devastadoras y sanguinarias éstas como aquéllas; la disputa por las reliquias reemplazó a la disputa por las hembras, y la guerra de Troya por la posesión de Elena, tuvo su contra parte en las cruzadas por la posesión del Santo Sepulcro, que costaron nueve millones de vidas entre cristianos y musulmanes.

No quiere Dios angustiaros, sino haceros puros y derramar sobre vosotros sus gracias para que seais agradecidosAsí se espresa el Profeta en la Sura quinta de su Koran, y sobre estas palabras arman los musulmanes toda la artificiosa y ridícula máquina de su purificacion y abluciones.

Escéptico en materias religiosas, despreciaba o atacaba a todos: a los judíos fieles a sus antiguas creencias, a los conversos, a los católicos, a los musulmanes, con los que había vivido en sus viajes a las costas de África y en las escalas de Asia Menor. Otras veces sentíase dominado por una ternura atávica, mostrando cierto respeto religioso hacia su raza.

Se aglomeraban en dicho barrio los guerreros de las diferentes Áfricas francesas, impulsados por su ardor de raza y por el deseo de desquitarse con grandes hartazgos de la carestía de los países musulmanes, donde la mujer vive en celoso encierro.