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Otra vez, en la montaña, se habían detenido delante de la rajada puerta de una capillita, en cuya cerradura estaba puesta la vieja y mohosa llave; ella trató de abrir con su débil y blanca mano, pero inútilmente, y entonces él dio vuelta a la llave, y en el momento de abrir ante su devota compañera el sagrado lugar, pensaba cuán grande era la secreta fuerza de esa debilidad aparente: la pobre mano se había cansado en vano y parecía tener que renunciar a su intento; pero un musculoso brazo, puesto a su servicio, había vencido por ella el obstáculo.

Alto, seco, musculoso, la barba y el pelo de un color negro que daba en azul; los ademanes descompuestos siempre y violentos; la voz indefinible, grave unas veces, otras, cuando se enfadaba, que era casi siempre que se ponía a hablar, chillona y aguda, de un falsete tan estridente que rompía los oídos.

Su padre, sin duda, revivía en él, y por esto no podía aspirar el vaho de una cocina sin estremecimientos voluptuosos, ni ver a una muchachota de tez morena, brazo musculoso y robustas posaderas sin sentir que la sangre afluía rápida a su corazón, como si se viera ante el ideal realizado.

Gillespie obedeció, é inmediatamente le introdujeron entre los labios una barra de metal ampliamente perforada, de la que surgía un chorro de leche más grueso que el brazo musculoso de cualquiera de aquellos atletas. Gillespie bebió durante mucho tiempo este hilillo de líquido dulzón, algo más claro que la leche de otros países. ¿Quiere usted más? preguntó la traductora . No tema ser importuno.

Alto, musculoso, con el vientre hinchado y caído sobre las piernas, la cara bronceada por el sol y cuidadosamente afeitada, el capitán parecía un cura en vacaciones, tranquilo y bonachón en la puerta de su casa.

No pasaba de los cuarenta años; llevaba el rostro afeitado; era grande y musculoso, pero empezaba á mostrar la blandura naciente de los organismos invadidos por la grasa. Tenía el aspecto del trabajador manual que ha hecho fortuna y no puede ocultar cierta tosquedad reveladora de su origen. Lucía numerosas sortijas, así como una gran cadena de reloj, y su traje siempre era flamante.

Además, respetaban al doctor con cierta adoración supersticiosa porque era primo hermano de Sánchez Morueta y éste no ocultaba su gran cariño al médico... ¡Sánchez Morueta! ¡Cómo quién dice nada! Hacía muchos años que no había estado en las minas. Aun en el mismo Bilbao, transcurrían los meses sin que viesen su barba cana y su cuerpo musculoso de gigante los más íntimos del famoso personaje.

Aquel hermoso ejemplar de belleza varonil, grande, musculoso, bronceado, con unos ojos imperiosos, endurecidos por pobladas cejas, había sido creado para la acción, para la actividad; era incapaz de enfocar su inteligencia en el estudio.

Godfrey había permanecido de pie, con la espalda vuelta al fuego, agitando los dedos con inquietud en medio del contenido de los bolsillos de su saco, y con la mirada fija en el suelo. Su alto cuerpo musculoso estaba lleno de coraje físico; sin embargo, no le sugería ninguna decisión cuando los peligros que había que afrontar no consistían en acogotar a alguien.

Todo el distrito miraba como una bandera sagrada aquel corpachón bronceado, musculoso, que arbolaba en su parte superior unos enormes mostachos en los cuales comenzaban a brillar muchas canas. Don Ramón: debía usted quitarse esos bigotes le decían los curas amigos con acento de cariñoso reproche. Parece usted el propio Víctor Manuel, el carcelero del Papa.