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Los muros del Palacio eran de coral; los árboles tenían esmeraldas por hojas, y rubíes por fruta; las escamas de los peces eran plata, y las colas de los dragones, oro. Piensa en todo lo más bonito, primoroso y luciente que viste en tu vida, ponlo junto, y tal vez concebirás entonces lo que el Palacio parecía. Y todo ello pertenecía a Urashima.

Los muros estaban cubiertos de verdaderos tapices góticos, los estantes llenos de buenos libros, en un testero había un magnífico retrato de familia a cuyos lados brillaban dos panoplias de armas antiguas, y en otro lienzo de pared destacaba sobre el fondo multicolor y borroso del tapiz un santo pintado por Zurbarán.

Al hallarse en medio de sus veinticuatro enormes columnas y delante de su coro de severas y ricas esculturas de madera, que se destaca en la sombra de los altos muros tristes y desnudos, se cree uno como encerrado en una catacumba con las osamentas de la edad media.

Todavía se conservan en los muros de la vieja capilla los grupos de piedra en grueso relieve, que representan los mas notables sucesos de la historia de Cristo.

Aquellos muros carcomidos por el tiempo evocaron en nuestra mente todo el grandioso pasado de los caballerescos siglos feudales. La raza que habita San Jacinto, es la india pura; hablan el visaya y sus moradores poseen todos los rasgos que caracterizan aquella. Son afables, fuertes y de facciones bastante buenas.

Una gran rotunda con frescos y bellos relieves cubre el salon principal, sostenida por ocho gruesas columnas de granito, y los mármoles y jaspes están prodigados en el pavimento y los muros para dar á ese «templo de la justicia» una majestad imponente.

7 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad; me golpearon, me hirieron, me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros. 12 Sus ojos, como palomas junto a los arroyos de las aguas, que se lavan con leche; como palomas que están junto a la abundancia. 16 Su paladar, dulcísimo: y todo él codiciable.

Llegaron con bastante dificultad a la calle de la Prisión, después de dar muchas vueltas y preguntando muchas veces el camino. Los muros repulsivos de la cárcel fue el primer objeto que correspondiera con alguna imagen en la memoria de Silas, dándole la alegre certidumbre que no le había proporcionado ninguna seguridad relativa al hombre de la ciudad, que estaba en el lugar de su nacimiento.

12 La traición en propia sangre, del maestro Rivera. 1 La culpa más provechosa, de D. Francisco de Villegas. 2 El bandolero Sol Porto, de Cáncer, Rosete y Rojas. 3 La vida en el ataúd, de D. Francisco de Rojas. 4 Los muros de Jericó, de D. Sebastián de Olivares. 5 Las cinco blancas de Juan de Espera en Dios, de D. Antonio de Huerta.

La princesa de Poniatowsky parecía más triste al verla partir, y los del cuadro del Hambre se volvían más flacos y macilentos. ¡Pobre cuarto..., tan pobre y tan rico en recuerdos, sueños y emociones! Se lo hubiera llevado con gusto para incrustarlo en los muros venerables del palacio de Aransis. Al salir se despidió mentalmente de las de Relimpio. Les echó una rociada de desprecio.