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Las Ciudades que por su fortaleza de muros no podian ser acometidas, sentian estos males en sus vegas, y en sus jardínes, quemando y talando lo mas estimado, y haciendo prisioneros á muchos de quien sacaban grandes y contínuos rescates, y no solo compañías enteras, pero cuatro, ó seis soldados hacian estos lances.

Habeis hablado de castillos, de muros y torreones llenos de recuerdos: ¿dónde he de encontrar ya ni la sombra de los de Almería? Ve uno condensados alli los siglos sobre cada torre, escrita la historia de toda la edad media sobre cada almena.

Decildes que os engendraron Libres, y libres nacistes, Y que vuestras madres tristes Tambien libres os criaron. Decildes que pues la suerte Nuestra va tan de caida, Que como os dieron la vida, Ansi mismo os den la muerte. O muros desta ciudad, Si podeis hablad, decid, Y mil veces repetid: Numantinos, libertad.

Por último, pertenece asimismo á la historia la lucha de que fueron testigos los muros de Granada, aunque revestida desde un principio con los brillantes atavíos de la tradición, y notable por su interés romántico.

Sevilla os mostrará una catedral gótica y templos bizantinos; Itálica ruinas de que estan brotando aun torrentes de poesía, ruinas medio cubiertas de musgo en que la fantasía cree distinguir aun la sombra de los emperadores cuyas cunas de marfil y oro rodaron dentro los muros de aquella ciudad famosa.

Quisiera yo que el universo tuviera principio y fin dentro de los muros de aquel pobre pedazo de tierra.

Y todo el pueblo lloraba cuando Príamo se acercó a su hijo, con las manos al cielo, temblándole la barba, y mandó que trajeran leños para la pira. Y nueve días estuvieron trayendo leños, hasta que la pira era más alta que los muros de Troya.

Habíamos entrado en la PROVINCIA DE SALAMANCA. Allí comienza ya á rizarse el terreno. Cantalapiedra ocupa una meseta inclinada, donde hubo también antiguamente cierto castillo casi inexpugnable. En el siglo XV los Portugueses se apoderaron de él y defendieron largo tiempo, al amparo de sus muros, las pretensiones de la Beltraneja.

Los cuellos almidonados de los hombres perdían la acorazada tersura de su planchado; se ondulaban como muros de porcelana próximos a resquebrajarse. De las orejas velludas colgaban perlas de sudor.

Luego su índice trazaba una raya en el aire pasando por encima del puerto, é iba á apuntar sobre la eminencia de la izquierda, ó sea el peñón de Mónaco, un edificio cuadrado y enorme que descendía sus muros hasta las olas, un palacio nuevo, cuya piedra guardaba aún la blancura de la estearina en esta atmósfera pocas veces rayada por la lluvia: el Museo Oceanográfico.