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En sus hermosos ojos brillaba una lágrima. Don Juan la contemplaba extasiado: creía á cada momento que su amor no podía crecer, y sin embargo, á medida que se iba revelando el alma de doña Clara, su amor crecía. La joven continuó: La muerte de mi madre fué mi primer dolor.

La Reina quiere vengarse de él por haber dado muerte á su hermano el Rey de Navarra; indúcelo á encaminarse á Navarra para desposarse con una Princesa del país; pero apenas llega el Conde á Pamplona, accediendo á su invitación, cuando es encerrado en la cárcel.

respondí mientras sentía en el corazón un agudo dolor, es el término para hablar de la muerte de las personas queridas... La esperanza, palabra de alegría y de dicha, se convierte en ciertas circunstancias en sinónima de tristeza y de luto... Boulmet hizo el gesto vago de un hombre que no puede cambiar nada de las cosas y siguió su relato sin que la abuela hubiese manifestado la menor emoción.

Villeneuve se ha entregado a la desesperación; su amo le ha dicho cosas muy duras, y la noticia de que va a ser relevado le induce a cometer las mayores locuras, esperando reconquistar en un día su perdida reputación por la victoria o por la muerte». Así se expresó el amigo de mi amo.

La manera de expresarse del joven era más y más amarga cuando hablaba de aquellos que en su concepto debían haber deseado la muerte de la criatura adorada por él. De modo que, supongamos, que esa joven sea querida del Príncipe. ¿Habrá, por celos, asesinado a la Condesa? ¿Pero, de quién podía haber estado celosa?

Al fuego el ayre le atiza, Y con tal ardor revuelve, Que poco á poco resuelve El santo cuerpo en ceniza. Mas ya que morir le vieron, Tantas piedras le tiraron, Que con ellas acabaron Lo que las llamas no hicieron. O santo Esteban segundo Que me asigura tu zelo, Que miraste abierto el cielo En tu muerte desde el mundo!

Pasó el Capellanet en la torre una parte de la tarde, hablando de los enemigos supuestos de don Jaime, que ya consideraba como suyos, ocultando su cuchillo para volver a sacarlo, como si necesitase contemplar su imagen desfigurada en la bruñida hoja, soñando en tremendos combates que terminaban siempre con la fuga o muerte de los adversarios, salvando él caballerescamente al acorralado don Jaime.

Permitiendo que mi muerte haya sido un beneficio para los que yo amo, el Cielo había colocado en mi muerte la única alegría que yo podía gozar aquí abajo. El me perdonará, sin duda, el haber apresurado la hora y no me condenará, como los hombres. Amaos, al menos, y perdonadme. Después de estas palabras, su pecho se levantó con gran esfuerzo, su cuerpo se estremeció y la voz expiró en sus labios.

Pero luego su antiguo valor y esfuerzo, que el regalo y delicias tenian sepultado, con el trabajo y fatiga se restauró, y les hizo dejar las selvas y bosques, y convertir sus armas contra Moros, ocupadas antes en dar muerte á fieras.

A través de los intersticios de aquel velo que abrían y cerraban las Horas á gusto del sueño, contemplaba éste el mar, la tierra, las ciudades y los pueblos. Sobre la cabeza de aquellos hombres que se agitaban, suspendía el inflexible destino, decidía la vida ó la muerte, distribuía á su antojo benéfica lluvia ó rayo vengador. Ninguna lamentación de abajo turbaba á los dioses en su quietud eterna.