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Los apodos son, cuándo biografía sucinta, cuándo retrato en miniatura. Los dos apodos de Froilán Escobar le historiaban y le retrataban. Llevaba ya veinte años de estudiante en la Universidad, y no porque fuese inepto para aprobar los cursos, pues era de notable despejo natural. Decía: «El hombre que quiere conocer la vida es estudiante hasta que se muere.

Todo hombre que desciende mucho en la escala social, se aferra a la débil creencia de que su suerte cambiará, y que, debido a algún capricho de la fortuna, volverá sonriente a subir a su antiguo nivel. La esperanza jamás muere dentro del pecho del hombre arruinado.

El mismo tiempo hace que le dijeron al hombre desheredado de la fortuna: «no tienes oro, pero tienes derechos que conquistar, que al fin te valdrán oro»; y desde entonces se está rompiendo el bautismo en las calles, detrás de las barricadas, para que se los arrebate el mismo que le provoca á la lucha; para no dejar de ver, ni por un solo instante en la sociedad, junto á uno que se muere de hambre, otro que revienta de harto. ¿Qué es esto, amigo mío?

Las niñitas deben querer mucho, mucho a los papás cuando se les muere la madre. Esa noche que hablaron de las estrellas trajo el papá de Nené un libro muy grande: ¡oh, cómo pesaba el libro!: Nené lo quiso cargar, y se cayó con el libro encima: no se le veía más que la cabecita rubia de un lado, y los zapaticos negros de otro.

Muere en fin aquel primero Phenix, y el quemado aroma Cria una blanca paloma, Que sale de su ceniza, Con que su ser eterniza, Y vuelve de su vejez, A salir moza otra vez..." Lope, El Peregrino en su Patria, Libro III. Obras sueltas, edición de don Antonio Sancha. Madrid, M. DCC. LXXVI. Tomo V, págs. 233-35. 'trestaurar'. Parte XIII. Véase nota 15.

La alegría de las recientes noticias volvió escéptico a Febrer. «Nadie se muere de amorLe costaría un gran esfuerzo abandonar aquella tierra al día siguiente; experimentaría honda tristeza al perder de vista la blancura africana de Can Mallorquí.

27 sino una horrenda esperanza de juicio, y hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. 28 El que menospreciare la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere sin ninguna misericordia.

aquí tambien el egoismo. Pero hay otro período en que el viejo tiene la conciencia de que se muere, en que siente morirse; conciencia depurada á fuerza de dolor, como vemos que el humo de una hoguera se va depurando á fuerza de arder: el viejo pierde la sensacion grosera, como el fuego pierde el humo negro, á proporcion que se va quemando la parte leñosa del combustible: su oído se dispone á escuchar otras armonías; la soledad misteriosa y profética del sepulcro hiere su corazon; piensa en esto como se oye una poesía ó un canto á lo léjos, entre las brumas de una noche tranquila: la cara del anciano adquiere una expresion ingénua, inocente, diáfana: su aliento parece ser un soplo más sutil que el aire de la atmósfera, un soplo que sube como el aroma de las flores: mira, y ante sus ojos parece agitarse el velo religioso que nos oculta cómo se vive más allá!

Este general desengaño sirva a cada uno de los que me solicitan de su particular provecho; y entiéndase, de aquí adelante, que si alguno por muriere, no muere de celoso ni desdichado, porque quien a nadie quiere, a ninguno debe dar celos; que los desengaños no se han de tomar en cuenta de desdenes.

Instante único, tremendo; ángel con el pie levantado y las alas extendidas, que va a volar y no se sabe si dirigirá su vuelo al suelo o al infinito; instante soberano; dogal que oprime la garganta; espada de un cabello suspendida; es hermano del instante en que se nace o en que se muere, del instante en que se hunden los imperios, y de aquel, no conocido todavía, en que se acabará el mundo... ¡Ah!, la puerta del gabinete se abría... Isidora vio entrar una dama de cabello casi blanco, grave, hermosa, imagen de la dignidad y de la nobleza, como reina y madre de reyes.