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Se asemejan mucho en que el uno y el otro son feos, chatos y pálidos aunque multiformes y que ellos dan de la vida ideas capaces de hacerla repugnante desde el primer día que en ella se pone el pie.

Afirmación tal sería en el fondo antiprogresista y antidemocrática y en su última consecuencia nos llevaría como a Rousseau a identificar la virtud y el salvajismo. Bueno es tener presente, por último, que en la virtud hay mucho de silencioso, de modesto y de retraído, mientras que el vicio bulle, escandaliza y alborota por donde quiera.

Sin duda, en las inmediaciones de la cocina se había hablado mucho de la posibilidad de ciertas visitas, y cada vez que llegaba alguien á la casa temían todos que fuese la policía. El chófer preguntaba con sorda cólera á sus compañeros: Se mató el capitán, y este barco se va á pique. ¿Quién nos pagará ahora lo que nos deben?...

También me hallé muy complacido entre el grupo, no muy numeroso, de mis íntimas amistades, lo mismo cuando departíamos sobre lo ocurrido en el escenario de nuestro mundo desde que yo faltaba de él, que cuando servían de motivo a sus bromas la «pátina montaraz» de que veían empañada toda mi persona, o las nuevas aficiones a las cuales me mostraba inclinado, aunque cuidando mucho de no descubrir el oculto resorte del aparente milagro.

No se apuró mucho, sin embargo: mientras el ministro leía, habíase ido incorporando poco a poco, haciendo mohínes de espanto y gestos de protesta, y de repente, con la agilidad de una gata cazadora que se lanza sobre el incauto ratoncillo, arrancó de manos del ministro la peligrosa carta y la arrojó al fuego... El papel se enroscó un segundo entre las llamas, quedando al momento convertido en cenizas.

Examinaba de cabeza a pies aquel cuerpo descarnado, de una blancura enfermiza, en el que los huesos parecían tener la fragilidad del papel. Salvatierra preguntaba en voz baja por los padres. Adivinaba el remoto arañazo del alcohol en esta agonía. La tía Alcaparrona protestó. Su pobresito pare bebía como cualsiquiera, pero era un hombrón de mucho aguante.

Verdad es que él fue atrevido, atrevidísimo... Es tan apasionado, que no sabe lo que se hace... Estaba fuera de . ¡Qué ojos, qué fuerza la de sus manos! ¡Pero qué seria estuve yo!... Con cuánta frialdad le despedí..., y ahora me muero porque vuelva... ¡Jesús, acaban de dar las cinco y ya dan las seis! Esto no puede ser. Ese reloj está borracho... Tengamos calma. Siento mucho sueno.

Y tenía razón, porque en vano adornó don Modesto su mensaje con un exordio modificador; en vano lo comentó con notas explicativas; en vano lo exornó con verbosas paráfrasis. No por esto dejó de ofender mucho a Rosita, la cual exclamó en tono sentencioso: Quien recibe dones del cielo y no los emplea en su servicio, merece perderlos.

Al día siguiente, D. Benigno dijo a su amiga con mucho misterio: Es preciso mandar a su casa a este subdiácono. Es un espía carlista.... ¡Barástolis! tan bueno es Juan como Pedro, y entre las chaquetas de los desalmados y las sotanas de estas culebrillas no se sabe qué escoger. Dicho y hecho.

D. Peregrín Casanova, queriendo sin duda demostrar que no guardaba rencor alguno a Osuna por la escena de la iluminación, seguía opinando que debía instruirse expediente gubernativo. Hacía ya mucho tiempo que estaban reconciliados. En Peñascosa los particulares se injurian públicamente, se llaman canallas, miserables, etc., etc., y a los ocho días se les vuelve a ver juntos tomando café.