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Había dormido a la intemperie, sin más cama que el «recado» de su caballo, bajo el frío de las tierras del Sur, o rodeado de nubes de mosquitos en los campos del Norte. Había ayudado muchas veces, con los compañeros de viaje, a tirar de la diligencia atascada en un barrizal al que llamaban carretera. En otras ocasiones le había sorprendido una creciente de aguas, que ahogaba a las bestias de tiro.

Gravísimo añadió otro. Y á me parece lo más fastidioso del mundo dijo Mari Díaz ; ¿qué nos importa todo eso? Por mi parte me voy. Id con Dios, princesa, id con Dios dijo el alférez ; si no fuera por dejar con su curiosidad á estos señores, os acompañaría. Muchas gracias dijo la Mari Díaz alejándose. Allá va al primer bastidor dijo uno. A ponerse en guerra con la Dorotea.

No me han enseñado nada dijo María con inocencia pero yo, cavila que cavilarás, he ido sacando de mi cabeza muchas cosas que me consuelan, y así cuando me ocurre una buena idea, digo: «esto debe de ser así, y no de otra manera». Por las noches, cuando me voy sola a mi casa, voy pensando en lo que será de nosotros cuando nos muramos, y en lo mucho que nos quiere a todos la Virgen Santísima.

En la prosa de Cervantes, que pasa por ser modelo de sencillez y naturalidad, se encuentran muchas frases parecidas, de uso común y corriente, y Lope no hubiese representado con fidelidad las costumbres de su patria, si no hubiera incluído en sus dramas tales maneras de hablar.

Culto interno; aquí lo único que le falta para ser muy grande, pues para ser muy grande, hay que ser grande por fuera y por dentro; y ese hombre que revoca tan bien su fachada; ese atrevido artista que sabe derramar tanto hechizo en el frontis de su palacio, vive muchas veces en un interior mezquino y estrecho. ¡Ah! si esa privilegiada fantasía que lo idealiza todo, comprendiera por un momento la idealidad; si esa razon fecunda y ardorosa que en todo piensa, rindiese un homenaje al pensamiento; si ese orientalismo que quema tanta mirra á la materia, guardase un aroma para el espíritu; si esa brujería que hace un Dios de todas las bellezas sensuales, comprendiese á Dios en la lágrima solitaria que vierte la virtud entre cuatro paredes negras; si Salamanca fuese capaz de exhalar un suspiro, al cual no fuese unida una memoria impura; si fuese capaz de una hora de silencio y de dolor en el íntimo santuario del alma, si fuese capaz de ese culto interno, D. José Salamanca seria indudablemente el carácter más general, y acaso el más bello de su nacion y de su siglo.

Figurósele que iba desnudo, la barba negra y espesa, los cabellos muchos y rabultados, los pies descalzos y las piernas sin cosa alguna; los muslos cubrían unos calzones, al parecer de terciopelo leonado, mas tan hechos pedazos que por muchas partes se le descubrían las carnes.

A más de los señores del lugar, había muchos forasteros, que habían venido de los lugares inmediatos para concurrir a la feria y velada de aquella noche. El centro de la concurrencia era el patio, enlosado de mármol, con fuente y surtidor en medio y muchas macetas de don-pedros, gala-de-Francia, rosas, claveles y albahaca. Un toldo de lona doble cubría el patio, preservándole del sol.

Al oirlo me arrodillé á sus pies, rogándole que me dejase obtener tan grande gracia prestándome su hábito, á lo que se avino después de muchas súplicas y de entregarle yo doce sueldos para dorar la imagen del bendito San Lorenzo.

Ya he caído en la cuenta le dije ; ese general es el que quiera esa renegada Gaviota que sea su padre. De muchas iniquidades había yo oído hablar; de muertes, robos, hasta de piratas; pero eso de renegar de su padre, en mi vida he oído otra. Nicolás se desternillaba de risa; por lo visto, esa indiniá no les coge allá de susto.

Para eso se ha necesitado casi siempre una obsesión pasional y la impulsión que naturalmente se produce en virtud de ella; comunicar a las multitudes el fuego que a nosotros abrasa y hacerles realizar lo que ellas no pensaron que debieran realizar; aun muchas veces contra la voluntad general, adivinando cuál es el estado de la subconciencia, el deseo íntimo y verdadero de una agrupación de hombres, para llevarlos a que ejecuten lo que quisieran ejecutar, pero lo que no se atreven siquiera a pensar en ejecutar.