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Bien sabes arrimarte a buen árbol. Es rica. Te juro que no me ha movido la riqueza. Desprecio las pompas y vanidades del mundo. Me caso por amor, por puro amor del corazón. Esto no lo hacemos ya más que los pastores y yo... ¿Y es bonita? Para no hay otra que se le iguale. «Mejorando lo presente», se dice. Y sin mejorarlo, vamos. Antes que todo es mi dama.

Le atemorizaba la tribuna pública, donde no se había movido nadie, aguardando sin duda la rectificación del venerable orador: toda aquella aglomeración de blusas blancas y pecheras sin corbata, rematadas por cabezas morenas que le miraban con fija frialdad como diciendo: Ahora veremos lo que contesta ese tío.

El librito cuyo titulo va en el epígrafe contiene en pocas páginas bastantes datos y mucha doctrina; mas, no sólo por esto, sino por las ideas que sugiere y por los comentarios de que puede ser objeto, ha llamado mi atención y me ha movido á llamar también sobre él, si puedo, la atención del público. El Sr.

Veo á larga distancia un objeto que se mueve, y digo: «allí hay un hombreacercándome mas, descubro que no es así; y que solo hay un arbusto mecido por el viento. ¿Me ha engañado el sentido de la vista? no: porque la impresion que ella me trasmitia era únicamente de un bulto movido; y si yo hubiese atendido bien á la sensacion recibida, habria notado que no me pintaba un hombre.

Temí por su razón; y movido de un sentimiento de lástima, me hice el encontradizo con ella. No se sobrecogió al verme, como solía en tales casos; al contrario: parecía calmarse un poco y reanimarse con mi presencia, y hasta noté en ella como deseos de decirme algo.

Alonso de Salizanes, movido de la gran devocion que tenia al misterio de la Purísima Concepcion de María, deseaba ardientemente que en su tiempo se celebrasen en la catedral el dia y octava de este sagrado misterio, con el mismo aparato y grandeza con que se celebraban el dia y octava del Corpus.

Estoy casado dijo él, y en el tono con que pronunció aquellas palabras, se mostraba el temor de que alguien le viese con ella. Don Jacinto, con todo, parecía más mundano y menos timorato que de soltero. Se diría, y ella lo sospechó de repente, que D. Jacinto casi había desechado su mogigatería, logrado ya el fin principal que le había movido a tenerla.

Entre los pies desnudos que formaban un ángulo, subía y bajaba la barra de acero abriendo el orificio. La más leve desviación, podía herirles, destrozarles un pie, con aquel hierro movido por hercúlea fuerza. Pero no había que temer: sus brazos mostraban la regularidad de una máquina. Cada uno de los contendientes iba escoltado por una pareja de amigos.

Todo aquel rosario de coches está movido por un endemoniado artificio o mecanismo, que tiene dentro fuego y vapor, y sopla que sopla, va andando. Yo no cómo es ello. Me lo ha explicado D. Salvador; pero no lo he podido entender. ¿Y esa manera de ir acá y allá no se pondrá en otras partes?

Por la saña del Egipcio, y los reiterados perdones que le pedia la dama, coligió que él era zeloso y ella infiel; pero habiendo contemplado á la muger, que era una beldad peregrina, y que ademas se parecia algo á la desventurada Astarte, se sintió movido de compasion en favor de ella, y de horror contra el Egipcio.