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Ni yo tampoco afirmó Beatriz . Si usted me ha visto sufrir con paciencia las humillaciones de una verdadera domesticidad, cualquiera que fuesen los motivos de mi resignación, esté usted seguro de que la bajeza no entraba para nada en ella... Muy mal me conoce usted, señor Fabrice, si cree...

Pero hay personas tan instruidas que encontrarían en el acto cincuenta motivos imaginarios. Mientras tanto, la verdadera razón está ahí rompiéndoles los ojos, y, sin embargo, no la ven. En fin, pronto nos dimos cuenta de que había un nuevo vecino que estaba al cabo de las cosas, tenía una casa bien puesta y era muy estimado de todos.

Tenía la tía Zarandaja sus motivos para que la importase en gran manera por doña Guiomar y por Cervantes lo que el señor Viváis-mil-años la dijese, porque el rapista y ella habían hablado mucho de un cierto señor que andaba sin seso y casi convertido en alma en pena por la hermosísima viuda.

Además, Frígilis tenía la convicción de que don Álvaro escaparía de Vetusta en cuanto él le dijera que Quintanar iba a desafiarle. No le faltaban motivos para creer muy cobarde al don Juan Tenorio. «¡Pero aquel Víctor no le dejaba marchar!».

Admiro y respeto mucho los motivos que le obligan a obrar de tal manera, aunque mi amor propio disfrazado bajo el color de la fortuna de mis hijos, me conduzca a desear tales honores, y la natural forma y nombradía que lleva consigo un cargo semejante. 7 de enero de 1810. La peligrosa ociosidad en que se encuentra mi Alfonso me tiene inquieta.

En el lugar gozaba de celebridad envidiable por mil motivos, y entre otros, porque hacía el papel de Abraham en el paso de Jueves Santo por la mañana, tan admirablemente bien, que nadie se le igualaba en muchas leguas á la redonda. Con un vestido de mujer por túnica, una colcha de cama por manto, su turbante y sus barbas de lino, tomaba un aspecto venerable.

Hallábanse, pues, el uno aburridísimo, el otro ideando motivos para despedir al ayacucho, y el tercero discurriendo el modo de pasar algún nombre de un papel a otro, cuando entró en el café un jefe de caballería, haciendo con el sable rastrero, con las espuelas y los tacones tan grande estrépito, que no parecía sino que un escuadrón había asaltado el establecimiento.

Retrocedió ante este terror más vago, e hizo un violento esfuerzo para confirmarse en la idea de que era un ladrón con manos, y que las manos pueden agarrar. En un relámpago, el pensamiento de Marner recorrió a todos los vecinos que le habían hecho observaciones o preguntas que pudieran ser ahora interpretadas como motivos de sospecha.

La razon es clara: todos estos puntos son difíciles de averiguar; es necesario mucho tiempo de residencia, perfecto conocimiento de la lengua, inteligencia en ramos de suyo muy difíciles y complicados, medios de adquirir noticias exactas sobre objetos ocultos que brindan á la exageracion y en que por parte de los mismos naturales hay á veces mucha ignorancia, y hasta sabiéndolo, tienen mil y mil motivos para aumentar ó disminuir.

Motivos me habéis dado para no dudarlo, querido barón, dijo el famoso guerrero con gran risa. Pero venid, y entren también vuestros escuderos. No quiero privar á mi amada compañera del placer de ver en vos á un modelo de nobles, aunque inglés, y á un guerrero famoso.