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Ya lo creo que es preciso... Poquito que había yo hecho ya. ¡Vaya que la formalidad de usted...! Ambas se pusieron muy serias. Notaban en Moreno palidez mortal, gran abatimiento, y un cierto olvido, extraño en él, de la atención constante que se debe prestar a las señoras cuando se platica con ellas.

Y en casa, doña Paula ceñuda, silenciosa, desconfiada, preparándose para una tormenta, recogiendo velas, es decir, dinero, realizando cuanto podía, cobrando deudas, con fiebre de deshacerse de los géneros de la Cruz Roja. «No parecía sino que se preparaba una liquidación. ¿A qué venía aquello?». Doña Paula no daba explicaciones. «Sabía a qué atenerse: su hijo, su Fermo, estaba perdido; aquella pájara, aquella Regenta, santurrona en pecado mortal, le tenía ciego, loco; ¡sabía Dios lo que pasaría en aquel caserón de los Ozores! ¡Qué escándalo!

Cayeron al suelo ambos enemigos estrechamente unidos, logró el castellano dominar á su adversario, de cuerpo más endeble que el suyo, y posándole una rodilla en el pecho alzó el brazo armado para poner de una estocada fin al furioso combate. Pero nunca llegó á dar el golpe mortal.

Esta antipática y lúgubre figura de la campanilla y el pregón desaparecieron por completo hace ya más de noventa años, pero la congregación del Pecado Mortal siguió y puede decirse que aún subsiste.

Todos los días pido a la Virgen Santísima que le conserve la salud para que sirva de ejemplo a los que están en pecado mortal. Lo que debes pedir, Genoveva, es que purifique mi alma y me perdone los muchos que he cometido. ¡Bendito sea Dios! Si usted necesita que la perdonen siendo tan piadosa y humilde, ¡qué necesitaremos los demás! No sea tan severa consigo misma.

Ella imagina que su alma está llena de un místico amor de Dios, y que sólo con Dios se satisface, porque no ha salido a su paso todavía un mortal bastante discreto y agradable que le haga olvidar hasta a su niño Jesús. Aunque sea inmodestia, añadía mi padre, yo me lisonjeo aún de ser ese mortal dichoso.

Las leyes de la hospitalidad exigían que se amparase al huésped y se le libertase de todo riesgo, aunque fuera mortal enemigo. Añádanse además los preceptos observados en cuanto á desafíos, duelos, etc.

Puede suceder asimismo que el monarca sea un ignorante, porque si se reina por derecho divino, no se estudia ni se aprende sino por esfuerzo propio, quemándose las pestañas como cualquier simple mortal. «Un rey ignorante es un asno con corona», según siglos hace dijo uno de ellos, Alfonso V. El estudio es un trabajo plebeyo, y no está bien que los reyes desciendan a ocupaciones propias de los vasallos.

Mortal, docil a tus ordenes, vengo de mi palacio situado sobre las nubes, formado de los vapores del crepusculo y que colorea de purpura y de azul el disco del sol poniente. Aunque me este privado el obedecerte, vuelo hacia ti sobre el rayo de una estrella; he oido tus conjuros. Mortal, ique tus deseos se cumplan!

La tierra, el Oceano, el aire, la noche, las montanas, los vientos y el astro de tu destino estan a tus ordenes. Hombre mortal, sus espiritus esperan tus deseos. ?Que quieres de nosotros, hijo de los hombres? ?que quieres? El olvido. ?El olvido de que? De lo que esta dentro de mi corazon. Leedlo, vos lo sabeis bien y yo no puedo esplicarlo. Nosotros no podemos darte sino lo que poseemos.