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Cierto que el rival por quien Clara le dejaba era Dios mismo; pero D. Casimiro no se aplacaba con esto. ¿Si querrá ser monja decía, para no casarse conmigo? Valiera más haberlo pensado con tiempo y no ponerme en ridículo ahora. Sin duda que para es menos cruel que me deje por tan santo motivo que no que me deje para casarse con otro mortal. Yo no hubiera consentido esto último.

Su posición es entonces realmente la más dificultosa y hasta desagradable en que pueda hallarse un infeliz mortal, casi sin alternativa alguna en buen sentido, aunque lo que él juzga como lo peor que le puede acontecer, sea tal vez lo mejor.

De pronto, el timonel tenía que torcer el rumbo y pedir máquina atrás, viendo que se agrandaba en la obscuridad la silueta del buque anterior. Unos cuantos minutos de descuido, y entraba por su popa con un espolonazo mortal. Al amenguar la marcha, el capitán miraba inquieto á sus espaldas, temiendo chocar á su vez con el que le seguía en la fila. Todos pensaban en los submarinos invisibles.

»... un crimen que lleva consigo la condenación eterna. No le maldiga usted, señora; no le abrume con su cólera... ¡Hoy mismo quiere matarse! »Yo lancé un grito agudo, y sentí que un frío mortal se apoderaba de . »¡Matarse! exclamé; ¿y por qué?

Peligroso mortal, no más te goces envenenando ufano mi existencia; demasiado sufrí, déjame al menos que triste muera aquí con mi inocencia.

Lo que el alma experimenta en esos momentos no se puede explicar; el mortal se aproxima á Dios, y el hombre es demasiado pequeño para remontar su vuelo al conocimiento del Creador. La muerte del día se asemeja al último suspiro del moribundo. El último aliento del enfermo es una palabra de perdón; la última mirada al sol que desaparece es una oración.

Chillaban las mujeres; sobre sus chillidos se destacaba un grito mortal; luego venía un silencio profundo. Y la gente se apartaba, dejando sitio á un hombre con ojos de loco y la diestra roja de sangre. ¡Abran cancha, hermanos, que me he desgraciao!... Todos le abrían paso; nadie pretendía detenerle, ni aún el comisario, que procuraba estar lejos.

Así podrá qualquiera usar de las cosas sensibles, con tal que el uso de ellas sea conformándose con las leyes divinas, y humanas; no porque aquellas cosas sean el bien á que únicamente deben aspirar los hombres, sino porque conducen á mantener la vida, la fama, y otros bienes, que logra el hombre en esta mortal carrera ácia la eternidad.

9 seguros de que el Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñoreará más de él. 11 Así también vosotros, pensad que vosotros de cierto sois muertos al pecado; mas que vivís a Dios en el Cristo Jesús, Señor nuestro. 12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, para que lo obedezcáis en sus concupiscencias;

Pero ¿no sabéis que eso es un pecado mortal, que el odio os ciega? ¡Por favor, Simón! No hay odio ni cosa que se le parezca, frailecico mío, repuso jovialmente Simón, mientras el otro veterano miraba sorprendido al doncel. No hay sino una cuestioncilla no terminada á gusto nuestro. ¡Ojo á mi espada, Reno!