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Junto á ellos, muertos también, tres servidores del castillo, destrozados é informes como si hubiera caído sobre ellos una manada de lobos. En la puerta inmediata, Duguesclín y el barón de Morel, á medio vestir y mal armados, tenían á raya á los asesinos; en los ojos de ambos guerreros brillaba con luz siniestra el fuego del combate y ante ellos se amontonaban los cadáveres enemigos.

En presencia de aquella costa francesa besó Roger el preciado velo que le diera la bella Constanza de Morel, y besándolo hizo el juramento de conquistar con su valor fama digna de tan noble dama, ó perecer en la demanda.

Junto á vos he tendido muchas veces mi arco en Romorantín, La Roche, Maupertuis, Auray, Nogent y otros lugares. Y yo me felicito de verte, y darte la bienvenida al castillo de Morel. Mi mayordomo os proporcionará en él buen lecho y buena mesa á y á tus compañeros. Espera, arquero; , me parece recordar tu rostro, aunque ya no puedo fiarme de mi vista como antes.

Dejaréis veinte hombres aquí, en el sendero que parte de la cañada, y regresaréis apresuradamente á este mismo lugar después de vuestro rápido ataque. ¿Qué proyectáis, Morel? Después lo veréis. Roger, me seguirás llevando por la brida un caballo de repuesto.

Después los vuelves á guardar, antes de que el barón se vaya de caza con ellos puestos y los destroce.... Mi buena amiga, observó el señor de Morel, duéleme en el alma separarme de vos, pero hemos llegado á los linderos del bosque y no debéis ir más lejos. La Virgen os guarde á vos y á Constanza basta mi regreso.

Roger, más débil á cada momento que pasaba, oyó con admiración la voz tranquila del capitán que seguía mandando la maniobra con tanta calma como lo había hecho durante el combate. No deja de tener averías bastante graves nuestro pobre Galeón, dijo Golvín al señor de Morel apenas pudo hablarle.

Guardaos en buenhora vuestro dinero, dijo el barón, profundamente disgustado con el fracaso de su atrevida empresa. Libre estáis. Decid á vuestro señor que un noble inglés, el barón León de Morel, ha hecho esta noche todo lo posible, aunque inútilmente, por ofrecerle sus respetos en persona. Otra vez será. ¡Y ahora, amigos míos, á caballo y en marcha!

Apareció Simón al oir la voz de su señor y en un instante se vió asido por los formidables brazos de Tristán, de los que pasó á los de Roger. No había vuelto de su sorpresa el buen Simón cuando se presentó en la puerta el barón de Morel, espada en mano y guiñando más que nunca sus ojillos, en busca de imaginario enemigo.

No haré yo tal, dijo el barón de Morel, sin ver antes á quien así habla y decirle dos palabras. ¿Cuáles son su nombre y sus títulos? Imposible nombrarle, señor, sin su permiso. Pero ved que si entráis montará en ira y entonces.... Creedme, mi buen señor; ¡no sabéis de quién se trata! Discreto sois, avisado estáis; ¡seguid, por merced, vuestro camino!

¡Calle el ventero! exclamó furioso ya el noble inglés. Ó mejor, id á decir á ese tan formidable caballero que aquí está y aquí se queda el barón León de Morel, porque así le place y sin que él ni nadie sea osado á impedírselo. ¡Id!