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De idéntica manera toda poesía perfecta, hasta donde la perfección cabe en lo humano, es verdadera y moral, contiene verdad y bien, está en plena concordancia con la moral y con la ciencia.

Parecía, en suma, y lo era en verdad, lo que se llama un hombre gastado fuera de sazón. Su amigo Ballesteros era lo contrario en lo físico y en lo moral, sin ser menos perdido: moreno lavado, de barba recia muy recortada, y negra como los ojos y el pelo; vivo de mirada y de frase, suelto y expresivo de ademanes, y bien trazado de contornos. Formaban ambos un contraste completo.

Por esto recordamos su acierto excepcional, en gracia de este le perdonamos todos sus yerros, y le honramos con una prevision y un tino que no posee ni puede poseer. El fundar la moral sobre el sentimiento, es destruirla: el arreglar su conducta á las inspiraciones del sentimiento, es condenarse á no seguir ninguna fija, y á tenerla frecuentemente muy inmoral y funesta.

Hermano, cada uno tiene su moral: la tuya es la enseñada por los curas; la mía me la he creado yo mismo, y aunque menos aparatosa, tal vez sea más rígida. Y en nombre de mi moral, yo te digo: Esteban, hermano mío, o tu hija viene, o yo me voy.

Llegaron al Moral. Don Mariano les tenía preparado un suculento refrigerio dentro de un vasto almacén que allí poseía, y la numerosa comitiva demostró una vez más que los aires del mar son el más excelente aperitivo para todos los estómagos. Cuando hubieron dado buena cuenta de él y descansado un ratito, tornaron a embarcarse para continuar su excursión.

Pero, amigo, aunque él, el Magistral, como hombre y hombre de experiencia, se explicaba la vehemente cólera que debía de dominar a don Víctor, y comprendía, y disculpaba hasta cierto punto, sus deseos de pronta y terrible venganza; si tal hacía como hombre, en cuanto sacerdote de una religión de paz y de perdón, tenía que aconsejar y procurar, en cuanto pudiese, la suavidad, los procedimientos que la moral recomienda para tales casos». Don Víctor, con el rostro entre las manos hacía signos de protesta; negaba como si quisiese arrancarse la cabeza del tronco.

El ascetismo cristiano, que no supo encarar más que una sola faz del ideal, excluyó de su concepto de la perfección todo lo que hace a la vida amable, delicada y hermosa; y su espíritu estrecho sirvió para que el instinto indomable de la libertad, volviendo en una de esas arrebatadas reacciones del espíritu humano, engendrase, en la Italia del Renacimiento, un tipo de civilización que consideró vanidad el bien moral y sólo creyó en la virtud de la apariencia fuerte y graciosa.

No puede en manera alguna permitirse que en pleno siglo XX, en un país tan culto como el nuestro, una sociedad como la nuestra, que tiene títulos sobrados para ser respetada y respetable, consienta que turben un momento más su paz moral y material esas manifestaciones de feroz salvajismo que realizan los que se han colocado, especialmente en la Provincia Oriental, fuera del radio de la civilización humana.

A su modo de ver: "Sería necesario que se enseñara el castellano y, por lo menos, que se les diera a los filipinos libros en su idioma, en que aprendan las cosas más elementales que ignoran, y Religión y Moral. El Rueda, traducido, sería lo mejor, añadiendo algo de Filipinas y las gramáticas de su idioma al castellano.

Tal parece como si el pensamiento calentase aquellos cerebros de cera y animase sus gestos; y el visitante se impresiona de tal modo, que por momentos cree que la voz va á salir de los labios casi convulsos de aquellos séres artísticos, que tienen el calor, el aliento, la luz y la fascinapion de la vida física y moral.