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Pocos momentos después, al oír la culata del fusil golpear en las losas de la cocina y que se abría la puerta exterior, la joven lanzó un grito desgarrador y precipitose fuera. ¡Gaspar!, ¡Gaspar! dijo , ya estoy tranquila, ya no lloro más; no quiero que te quedes, pero no te marches disgustado conmigo. ¡Perdóname!

El tono de aquel título y la distinción que establecía era tan intencionado, que principió a interesar a Príncipe, después que se hubo repuesto de su primera sorpresa. Perfectamente, pero como ahora vengo de parte de su madrastra prosiguió sonriendo, tengo que rogarle que por algunos momentos vuelva a aquel punto de partida.

Pasó todo esto, como vértigo que era de mi exaltada imaginación, en pocos momentos; pero no sin dejarme huellas mortificantes en el espíritu. Al otro lado del puente había unas casas de muy alegre aspecto: parecióme de parador el de una de ellas, y allá me fui. Parador era, en efecto, y taberna bastante bien surtida.

Aquel hombre, retorciéndose de placer, insensible al cansancio, me pareció loco. «Es simplemente un empleado de la compañía, a sueldo como cualquiera de nosotros; me dijo el joven oficial hace cuatro horas que está tocando y tocará hasta el alba con brevísimos momentos de reposo. Una vez quisimos suprimirlo; pero cuando llegó el día, no se había hecho la mitad de la faena de costumbre.

Pero estos rompecabezas, que en tiempos pasados preocupaban algo a los vagos, amigos de averiguar vidas ajenas, ya, por ser de todos los momentos, han llegado a parecer cosa natural y corriente. Familiarizada la sociedad con su lepra, ya ni siquiera se rasca, porque ya no le escuece.

Tenía al enemigo bajo su zarpa, podía juguetear con él durante estos tres momentos que valían por siglos. En la vertiginosa superposición de imágenes que volteaba dentro de su pensamiento vió á la princesa, su madre, hermosa y arrogante, tal como era cuando le relataba, siendo pequeño, las grandezas de los Lubimoff.

Momentos de silencio, durante los cuales pudo creerse que todos estaban conformes con la opinión del presidente, o que nadie se atrevía a manifestar otra distinta.

Durante el almuerzo, Melchor tuvo extremadas atenciones con sus vecinas a una de las que le dijo en los primeros momentos y en tono confidencial: Parece que mi amigo Lorenzo ha simpatizado con su hermanita... ¡Oj!... mi «guérmana» no «está» para un señor así. Pero usted ... para eso y mucho más...

»No tenía, por mi parte, otra satisfacción que la de ver a mi maestro de música, un hábil organista, un napolitano de unos cincuenta años de edad, cuyo entusiasmo, cuyos gestos, y sobre todo, cuya peluca me hacían reír; éstos eran los únicos momentos que tenía de distracción en tan sombría morada.

En el hogar, momentos antes encendido, no quedó de allí a poco más que un montoncillo de cenizas, y envueltos entre su tibio rescoldo se veían relucir los broches de un libro de horas, y los alambres del metálico engarce de un rosario. El sacrificio estaba consumado. La conciencia de Lázaro se resistió siempre a darle el nombre de apostasía.