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Si se me dice que , inferiré que aun cuando se acelerase ó retardase, por ejemplo, si una revolucion solar se hiciese con la mitad ó el duplo de la velocidad ordinaria, habria siempre el mismo tiempo, lo que parece absurdo. Si se replica que se supone el movimiento uniforme, haré observar que se comete una peticion de principio.

27 y partirás por mitad la presa entre los que pelearon, los que salieron a la guerra, y toda la congregación. 28 Y apartarás para el SE

Tocó al obispo la mitad de todas las aceñas que la Eglesia en esta cibdat e la otra mitad al cabildo e dicho señor obispo D. Gutier asignó al comunal de las raciones en la parada que cayó al cabildo todos los heredamientos e que los haya en esta forma.

Ahora bien, ¿en qué podrá usted ejercitar a un indio o india en esta provincia tan fértil y de tantas proporciones, que trabajando con una mediana aplicación no produzca su trabajo cuando menos 40 o 50 pesos en la mitad de un año?

Eran más que hermanos: la mitad de su vida la habían pasado juntos, en contacto desde los pies a la frente, mezclando sus alientos, confundiendo sus sudores. Cada uno de ellos no sabía lo que en su cuerpo era suyo o asimilado del otro.

Mandáronme leer el primer nominativo a los otros, y era de manera mi hambre, que me desayuné con la mitad de las razones, comiéndomelas.

Mucho tiene que decir... Mire usted... agita los pies... No parece que está muy a sus anchas... Lo creo... Si confiesa la mitad de lo que tiene de qué acusarse, tendrá para toda la mañana. ¡Es posible!... Es verdad entonces lo que se dice... Vaya si es verdad. ¿Está usted segura de que el capitán Clarmont?... Está todo el día metido en su casa...

Y cuentan las crónicas platónicas, que antes de llegar a la mitad del segundo juego, las pobres fichas se quedaron solas. Ido se había levantado y daba paseos por la sala. Izquierdo se dejó caer sobre el sofá de Vitoria y dormía como un verídico bruto, el sombrero sobre los ojos, la boca abierta y las cuatro patas estiradas.

Porque, si va a decir verdad, que en fin es hija de Dios, quiero que sepa el señor alcalde que nosotros no somos cautivos, sino estudiantes de Salamanca, y, en la mitad y en lo mejor de nuestros estudios, nos vino gana de ver mundo y de saber a qué sabía la vida de la guerra, como sabíamos el gusto de la vida de la paz.

¡Dichoso usted! me han dicho algunos que pocos años hace me miraban con cierta lástima, porque no era santanderino legítimo; ¡dichoso usted que puede pasarse la mitad del año en la aldea!