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Cortos eran los réditos del caudal de Moscoso que no se deslizaban de entre los dedos temblones de fray Venancio a las robustas palmas del tutor; pero si lograban pasar a las de doña Micaela, ya no salían de allí sino en forma de peluconas, camino de cierto escondrijo misterioso, acerca del cual iba poco a poco formándose una leyenda en el país.

Para una débil mujercilla el susurro del viento es un gemido misterioso, la claridad de la luna es la aparicion de un finado, y el chillido de las aves nocturnas es el grito de las evocaciones del averno para asistir á pavorosas escenas. Desgraciadamente, no son solo las mujeres las que tienen imaginacion calenturienta, y que toman por realidades los sueños de su fantasía .

Sola, tendría miedo aquí dice, volviéndose hacia él y mostrando con el dedo la puerta del despacho, cuya madera reluce con brillo misterioso en medio de la semiobscuridad. La joven aparta los dedos y tiembla. ¿Nunca te ha dicho nada? susurra al cabo de un instante inclinándose hacia su oído. El menea la cabeza.

Bello contraste con las tinieblas del fondo de la catedral, vasto sepulcro de piedra donde se sentia el reprimido murmullo de los espectadores invisibles! Aquella escena tenia no qué de profundamente misterioso y solemne, como una iniciacion masónica ó de iluminados.

Arrójale también antes de entablar la lucha, sus efluvios paralizadores, entorpecedores, un magnetismo que hace innecesario el combate. Su fuerza es doble. Al poder mecánico de sus brazos-ventosas que enlazan, inmovilizan, añadid la fuerza mágica de ese rayo misterioso; añadid un oído muy fino y el ojo avizor. Miedo cerval se apodera de nosotros al pensar en él.

Tales fueron algunos de los pensamientos que bulleron en la mente de Ester, con tanta viveza como si en realidad algún sér misterioso se los hubiera murmurado al oído. Y allí estaba Perla todo este tiempo estrechando entre las manecitas suyas la mano de su madre, con las miradas fijas en su rostro, mientras repetía una y otra vez las mismas preguntas.

Creía olfatear un peligro, con ese instinto misterioso de los seres simples que ven en el aire cosas y amenazas completamente ocultas para las personas de razón; el sentido que hace aullar al perro en la casa donde se prepara una desgracia; el impulso que guía el revoloteo de ciertas aves sobre la vivienda a cuyas puertas llama la muerte.

Mis ojos no se apartaban casi nunca de su rostro: ella entornaba á menudo los suyos para dirigirme una sonrisa apretando al mismo tiempo mi mano. Parecía que en virtud de un misterioso movimiento de su espíritu, la niña se transformaba en mujer en pocos instantes. Dejó de apretar mi mano y hasta retiró la suya: volví á cogerla disimuladamente, pero al poco tiempo la retiró de nuevo.

Varios porta-espada, dejando en el suelo su brillante mandoble, se confundieron con los esclavos medio desnudos, deseosos de tocar y examinar de cerca el misterioso mecanismo. Mientras tanto, el personaje encargado de la lectura del inventario recitaba á través de su portavoz los informes del profesor Flimnap.

Ahora añadía á sus triunfos corporales cierto prestigio de hombre de ciencia, dedicándose á la aviación, volando casi todas las semanas, y frunciendo el ceño con aire misterioso cuando alguien hablaba en su presencia de problemas de mecánica.