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Entre usted en el claustro... entre usted... Perdóneme Dios mis arrebatados pensamientos... cada cual a su puesto. Ángeles al cielo, miseria y debilidad a la tierra... Antes amor, locura, ardientes arrebatos; ahora respeto, culto. Mañana, como ayer, vivirá usted en mi corazón; pero ahora, santa mujer, está usted dentro de él canonizada... Adiós, adiós.

Un hombre débil y grande, escribiendo con mano casi loca el evangelio de un sabio, decía de las pasiones mismas que hicieron su miseria, su oprobio y su genio: «Todas son buenas cuando uno las domina, todas son malas cuando uno se deja dominar por ellas.

Después del choque provocado por el fanatismo dominador, vendría la huelga de los infelices, la reclamación imperiosa de la miseria. Un ejército enemigo se ocultaba tras aquellas montañas que cerraban el horizonte: una horda hambrienta que algún día caería sobre la población como en otros tiempos las gavillas del absolutismo.

Yo desearía recogerla en mi casa, pero la familia se opone a ello, y mi marido teme, con sobrada razón, agraviar a sus hermanos, de quienes dependemos, pero me ha propuesto que podemos pagar secretamente una pensión a la pobre Jacquelina, con la cual podrá la viejecita estar al abrigo de la miseria y la soledad.

Tan grande es la miseria humana, que allí donde aparentemente no hay cualidades que sirvan de base a un verdadero amor, suelen encontrar alguna las gigantas fogosas como la hermosa viuda de Peribáñez.

Villaespesa es de los poetas que han comido peor; como veis, esto es el colmo de la redundancia. Pero él ha probado bravamente que se pueden escribir versos admirables y soñar con princesas, alimentando la miseria corporal con queso manchego y chocolate con churros. Ha pasado por la vida misérrima sin enterarse, con los ojos vendados por un jirón azul de ideal.

Pues aunque te tengo dicho que no me traigas sobras de ninguna casa, pues prefiero la miseria que me ha enviado Dios, a chupar huesos de otras mesas... como te conozco, no dudo que habrás traído algo. ¿Dónde tienes la cesta?».

¡Compañero! ¿y yo? dijo el doctor. ¿Qué vas á hacer de ? Usted es un guasón que se ríe de la vida... pero entre burlas y veras hace bien á los pobres y vive cerca de su miseria. Usted es casi de los nuestros. Gracias, compañero Barbas. Y dando á entender al solitario con un gesto que volvería para hablar con él, subió los peldaños de una casucha en cuya puerta le esperaba impaciente el pinche.

Juntáronse los Capitanes con harta confusion y sentimiento á tratar de su remedio. Estaban en un estado tan lastimoso, que aun los mismos enemigos se podian compadecer de su miseria.

Observad a todos aquéllos que vivieron una niñez miserable; en cuyo hogar faltó muchas veces el pan; que no tuvieron ropas para cubrir el demacrado cuerpo; que imploraron avergonzados la caridad pública, y no como el mendigo, con serena franqueza, sino ocultando la demanda en una frase lisonjera; que pasaron, poco a poco, de la timidez bochornosa a la súplica sonriente; de la petición insinuante a la explotación vergonzosa, y de allí... a la tolerancia interesada, y veréis cómo, aunque estén en la opulencia, aunque la sociedad los mime y la fortuna los haya indemnizado de cuanto en un tiempo les negó, aun tienen en lo más escondido del corazón el vinagre y la hiel de la miseria.