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¿Cuándo te vas? ¿Mañana? No podré ir a decirte adiós.... ¿Te vas a caballo? ¡Cuidado, niño! Mira que esos animalitos hacen de las suyas el mejor día. Pero, en fin, si sales tan jinete como tu padre, no hay que temer por .... Cuando llegué a mi casa, a eso de las siete, me entregaron una carta del señor Fernández: «Mañana, decía a las seis en punto irá por usted mi caballerango.

Nuestros errores nacen de que el entendimiento, no bien informado de las cosas, las mira como buenas, siendo realmente malas.

Las oposiciones dirán que lo hacemos porque está el Tesoro en quiebra, y porque el que se ahoga no mira el agua que bebe; pero le aseguro a usted que quien tal diga no estará en lo cierto. Por su parte, el Ministro de Hacienda se compromete a demostrar a usted que el empréstito, a pesar de ese interés, se hace en condiciones ventajosísimas para el Estado.

La próspera fortuna del caballero del Espíritu Santo, de Juan Grajales. El esclavo del demonio, de Mira de Mescua. La próspera fortuna del famoso Ruy López de Avalos, el Bueno, de Damián Salustrio del Poyo. Dos partes. El Sancto negro Rosambuco de la ciudad de Palermo, de Lope de Vega. Además cinco loas y tres entremeses: del Sacristán Soguijo, de los Romances y de los Güevos.

La negra por el honor es una novela extraña, llena de inverosimilitudes repugnantes, que se atribuiría más bien á Montalbán ó á Mira de Mescua, si no se supiera con seguridad que su autor es Moreto: una dama, perseguida por un caballero con propósitos deshonrosos, inventa, para guardarse de él, poner en su lugar un paje disfrazado de mujer, vistiéndose ella misma de hombre, y tiznándose el rostro para parecer un negro y andar libremente por el mundo de esta manera.

La res sangrienta deja en la grama, y en una piedra que besa el agua, se sienta y mira, miéntras descansa, absorto, inmóvil, la faz nublada, el sonoroso raudal que canta, y sobre el lecho de piedras salta, y allá se pierde, y allá se escapa, cual las mentidas sombras livianas de los ensueños de la esperanza.

De buena gana bailarías un poco, ¿no es verdad?... Pues mira, por no has de dejar de hacerlo. Vamos allá, que quiero bailar contigo. Y dicho y hecho: la condesa, á pesar de los ruegos y las protestas del mayordomo, le arrastró hacia el sitio del baile y se introdujo allá resueltamente.

Pinchi, ¡mira qué facha más rara tién los cabeciyas! Uno de los tres jefes les llamó en particular la atención. Era un hombre alto, de color cetrino, facciones angulosas y barba negra muy cerrada. A menor distancia, con seguridad Pateta le hubiera conocido en seguida.

Un anamita solo, sentado en cuclillas, mira, con los ojos a medio cerrar, la pagoda de Angkor, la de la torre como la flor de magnolia, con el dios Buda arriba, el Buda de cuatro cabezas.

Cuatro y tres, dijo Tristán con voz de bajo profundo. Venga el capacete. Y ahora te lo apuesto contra tu coleto, arquero. ¡Apostado! Pero como siga la mala racha voy á llegar al castillo en camisa. ¡Voto á sanes! Bonita facha para un embajador. ¡Hola! gritó levantándose apresuradamente al ver á Roger y echándole los brazos al cuello; mira quién nos ha caído de las nubes, recluta.