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Para él España es lo mejor que hay en el mundo, en cualquier sentido y al oir á un Español decantar los primores de su pais, se siente uno tentado á creer que es una tierra encantada de las mil y una noches, ó a reírse en las barbas de los buenos peninsulares, en cuyo caso la pendencia es segura. Durante algunos dias el océano se habia calmado, y su admirable inmovilidad carecía de interés.

Mi opinión era que le mandase a usted la cuerda con que merece ser ahorcado, pero él se empeñó en darle un salvo-conducto hasta la frontera y quinientos mil pesos. Pues entre las dos ofertas prefiero la de usted, señor mío. ¿Es decir que rehusa usted la del Duque? Desde luego. Así se lo dije a Su Alteza. Y el bribón que había recobrado todo su aplomo, me dirigió la más alegre de sus sonrisas.

29 Entonces David subió de allí, y habitó en los parajes fuertes en En-gadi. 2 Y tomando Saúl tres mil hombres escogidos de todo Israel, fue en busca de David y de los suyos, por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses.

Entonces, ¿por qué matarla, pues que ella misma le había dado todo cuanto tenía? Las papeletas valían, lo menos veinte mil francos... Jacobo debía una suma igual á la caja del círculo. La deuda fué pagada en el momento preciso, las papeletas fueron presentadas el mismo día y las alhajas desempeñadas... Lea Peralli vivía aún en ese momento; murió aquella misma noche... ¡Ah!

Un día mil veces funesto, mil veces lúgubre, mi amita se presentó ante con traje bajo. Aquella transfiguración produjo en tal impresión, que en todo el día no hablé una palabra. Estaba serio como un hombre que ha sido vilmente engañado, y mi enojo contra ella era tan grande, que en mis soliloquios probaba con fuertes razones que el rápido crecimiento de mi amita era una felonía.

10 Y allí será la suerte santa de los sacerdotes, de veinticinco mil [cañas] al norte, y de diez mil de anchura al occidente, y de diez mil de ancho al oriente, y de veinticinco mil de longitud al Mediodía; y el Santuario del SE

Era el carro dos veces, y aun tres, mayor que los pasados, y los lados, y encima dél, ocupaban doce otros diciplinantes albos como la nieve, todos con sus hachas encendidas, vista que admiraba y espantaba juntamente; y en un levantado trono venía sentada una ninfa, vestida de mil velos de tela de plata, brillando por todos ellos infinitas hojas de argentería de oro, que la hacían, si no rica, a lo menos vistosamente vestida.

Aquella infracción de la aritmética parecíale una cosa muy grave. «Ponlo, hombre, ¿qué más te da? Que estén todos contentos...». Don Baldomero II se sonrió con aquella bondad patriarcal tan suya, y sacando otra vez lista y lápiz, dijo en alta voz: «Rossini, diez reales: le tocan mil doscientos cincuenta».

Me sirve también de singular consuelo el ver, que por medio del fuego de la mayor gloria de Dios que arde en los corazones de mis hermanos los Jesuitas, misioneros de la provincia del Paraguay obra Dios los milagros que obraba en la primitiva Iglesia, porque cumplen estos á la letra lo que Cristo manda á los que profesan la vida apostólica, discurriendo por las inmensas campañas de aquella parte de América, trepando inaccesibles selvas y bosques venciendo la fragosidad de los montes, arrestados siempre á perder mil vidas, sólo por darla á infinitos bárbaros, que ciegos con las tinieblas de la gentilidad, viven más como fieras que como racionales.

Sale lo primero por el patio, sin haber cantado, el Paladión , con cuatro mil griegos por lo menos, armados de punta en blanco , dentro dél.